Desde inicios de la guerrilla en Colombia y, luego, con la llegada del chavismo a Venezuela se ha venido utilizando el nombre benemérito del Libertador Simón Bolívar para justificar cualquier arremetida totalitaria y disfrazar actos ajenos a los principios del genio inspirador y ejecutor de la más grande hazaña libertaria de América y encubrir organizaciones terroristas. Ejemplos son la denominada Brigada Simón Bolívar de las FARC y la Coordinadora Simón Bolívar que agrupa a vándalos terroristas de varios países de América. Se lo utiliza para justificar conjuras contra todas las libertades por las que luchó. Se conculcan, a su nombre, la libertad de pensamiento y de expresión.
Hace poco asistimos, a través de la televisión internacional, a un sainete montado por el dictador venezolano para colocar los restos ‘simbólicos’ de Manuelita Sáenz junto al sarcófago del Libertador. Una caja con tierra, de cualquier parte, que contenía ‘simbólicamente’ los restos de la pobre Manuela que, en su momento, fueron echados en una fosa común. Esta farsa llevada a cabo con la suntuosidad y el esplendor de un acto cívico , para verguenza nuestra, contó con la presencia del Presidente del Ecuador. Una pompa tan vacía de contenido que solo pudo haberse montado para alimentar el ego del dictador ‘bolivariano’.
Dónde están las otrora respetables ‘Sociedades Bolivarianas’ que propiciaron la erección de monumentos fastuosos y formaron academias de estudio del pensamiento bolivariano, para inculcar amor a la patria, a la libertad, principios por los que luchó el Libertador.
Extremando su estulticia, el dictador Chávez acaba de protagonizar una nueva escena grotesca. Luego de abrir el sarcófago del Libertador y destapar su caja mortuoria, lo que ya constituye una profanación, ordena a unos sujetos vestidos de médicos, que manipulen sus restos para determinar si su muerte, hace 180 años, se debió a envenenamiento. Esta tesis, propiciada por Chávez, tiene el siniestro fin de culpar a Santander, prócer de la independencia colombiana, como autor del magnicidio, para exacerbar más las frágiles relaciones colombo-venezolanas. No deberá sorprender que la ‘investigación’, dé la razón a Chávez.
Estos acontecimientos nos indignan, son ofensas directas a todos los ciudadanos de América, que hemos disfrutado por generaciones de la libertad que nos dio Bolívar, con sus ideales y realizaciones. Son ofensas a nuestros países, a nuestras instituciones democráticas gracias a las cuales podemos pensar, hablar y escribir y por las cuales hasta podríamos dar nuestra vida si fuere preciso. Una vida sin libertades no merece vivirse.