Atento lector, ¿usted leyó el proyecto de Constitución de 2008, antes de votar en el referéndum?, ¿advirtió la suma de trampas que contenía?, ¿reparó en que estaba diseñada para construir un presidencialismo autoritario que acumulaba poderes y anulaba las instituciones de control?, ¿se dio cuenta de que ya no habría Estado de Derecho sometido a la ley, sino “estado de derechos”, como si nuestros derechos individuales fuesen de propiedad de ellos, los políticos, burócratas y caudillos?
Lo más probable es que usted no leyó ese documento farragoso, de quinientos artículos enredados a propósito, que el gobierno sometió a consulta popular en septiembre de 2008. Pero usted votó y lo “aprobó”. Y ahora ese bodrio es la Constitución de Montecristi bajo la cual el populismo, con la acuciosa colaboración de una Asamblea sumisa, expidió una cantidad impresionante de leyes orgánicas y códigos que remachan el sistema.
Y no lo culpo por no haber leído semejante novelón, pero allí estaba tramposamente diseñado el CPPCS, que, en realidad, era la “mano izquierda del caudillo”, que nombraba, después de “sabios” concursos de méritos, contralor, procurador, consejo de la judicatura, superintendentes, fiscal, defensor público, etc. etc. El pomposo Quinto Poder estaba allí agazapado esperando la oportunidad para actuar según las órdenes. Y funcionó como el caudillo quiso: haciendo el sainete de las designaciones que debían contar con la venia del jefe, y legitimando un sistema de concentración del poder cuyas consecuencias está viviendo la república esperpéntica en que vivimos.
No lo culpo si usted votó afirmativamente. Cayó en la trampa de la “democracia plebiscitaria”, en la que “el que sabe es el que pregunta y los que no saben son los que votan”. Esa es la lógica venenosa bajo la cual el Ecuador –pueblo obediente- ha aprobado innumerables disparates, como aquello de autorizar y consentir que se “meta la mano en la justicia”, que se deleguen potestades legislativas a los ministros y a la burocracia de tercer nivel, que se saque al país de los mercados internacionales y que los gobiernos apoyen a dictaduras sanguinarias.
Más del 99,9% de los votantes no leyó el proyecto de constitución. Escuchó la propaganda, ese arte de la manipulación y el engaño. Muchos aplaudieron la inauguración del socialismo del siglo XXI y la llegada de la felicidad, clamaron por el cambio sin preguntar cuál cambio, no se perdieron las sabatinas, desfilaron levantando los puños en un gesto inducido, sospechoso e inquietante. Y aquí estamos, asistiendo a otro episodio de la historieta, golpeándonos el pecho, arrepentidos o confundidos, haciendo el papelón de la democracia del espectáculo, participando en el concurso de vendedores de humo. Aquí estamos, atento lector.