No habrá en mucho tiempo imagen más simbólica que aquella de Leopoldo López blandiendo la bandera venezolana y, al fondo, testigo solemne, José Martí.
Esta semana, una jueza sumisa al régimen que domina la política, la justicia, la milicia y la libertad en Venezuela se pronunció con una larga sentencia de cárcel contra el líder opositor. Más de 13 años. López lleva ya año y medio tras las rejas. La sentencia es una prueba más del oprobioso estado de cosas que se vive en la patria de Simón Bolívar.
López conformó la Mesa de Unidad Democrática, que hizo una alianza para oponerse con candidato único a las postulaciones oficiales de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, y que lideró -luego de unas elecciones primarias- Henrique Capriles.
Durante las protestas callejeras, Leopoldo López fue protagonista. Ese fue el argumento suficiente para señalarlo con el dedo. Entonces, el Régimen del Partido Socialista Unido de Venezuela enfiló toda su artillería.
Las acusaciones son conocidas. Y las consignas suenan ‘familiares’ a aquellas que los gobiernos autoritarios esgrimen siempre para cualquier disidente.
Ese fin de la semana, la esposa del dirigente alzó de nuevo su voz para denunciar al mundo la injusticia. Ella, con coraje, viajó por varios países a dar testimonio firme de su convicción por la libertad de su marido. La señora Lilian Tintori fue entrevistada recién por Miguel Rivadeneira, en EcuadoRadio.
Para el Gobierno autoritario que domina a la patria de Bolívar, las razones son como gotas en plena lluvia. Basta mirar empavonados a los herederos políticos de Chávez y el tono con que arremeten con palabras duras y arrogancia hostil ante cualquier pedido sensato de los líderes de otros países.
El avance de la bota militar disfrazada de democracia no se detiene, y la voz disidente es aplastada por el grito o por el aparato de la ley.
Leopoldo López, condenado por pensar distinto y decirlo, es un símbolo para los hombres libres. Un homenaje a su lucha.