¿Para qué existimos?
Siempre un conjunto social debe tener claro para qué existe, cuál es su razón de ser y avanzar, igual que deben tenerlo los seres humanos en singular.
La meta siempre debe ser incrementar el bienestar en libertad de los seres humanos.
La economía, por sí, no es una meta, si su resultado final es solo la acumulación no distribuida de los recursos y sus ganancias, sea en manos particulares que se enriquecen, sin redireccionarlos a la producción y a los efectos sociales que esta debe generar; sea para el Estado que no siempre direcciona al bienestar los recursos, al privilegiar a grupos de poder o el gasto para efectos clientelares o en la publicidad y promoción política.
Un cuento de los tiempos de Europa del Este del viejo comunismo, era aquel del trabajador del capitalismo, medianamente remunerado, que invitaba a uno de un país comunista, para tomarse un vino; y, el invitado señalaba que en su país los trabajadores tenían acceso a tragos finos pero siempre solo representados por los de las élites del poder, que podían acceder a su consumo.
La verdad es que élites del poder siempre han existido: vehículos, avión o pasajes para desplazarse, escoltas, influencias y otros beneficios. La diferencia es si aquellas se generan por negocios privados o por el ejercicio de la función pública, con méritos de quien la ejerce, o con abuso de esta.
Y fui claro al expresar “bienestar en libertad”. Y esto, porque en procesos que asumen ser “revoluciones”, o de “transformación ideológica” o de “estados teocráticos”, la condición de libertad tiene el riesgo de ser desplazada.
Por no ir demasiado atrás en la historia universal, debemos citar “el santo oficio de la inquisición” crimen histórico de la jerarquía católica de la época y los gobernantes a su servicio, en que para salvar las almas de los condenados se los sometía a atroces torturas y muertes, porque así solo se mortificaba a su cuerpo, pero su espíritu se purificaba. También la Revolución Francesa y sus abusos, el nazi–fascismo y su cacería de judíos y comunistas, la revolución rusa de crímenes multiplicados, el macartismo de la post Segunda Guerra y de la Guerra Fría, de rabiosa persecución en Estados Unidos, de otros países capitalistas contra todo lo confrontaba su modelo de explotación, manipulando la tacha de penetración del comunismo.
La lista podría ser más larga, con diferentes supuestas ideologías, en el fondo todas, expresiones de ambición de poder, ahogando cualquier posible contradicción.
La oportunidad de estas líneas se evidencia cuando el imaginario del Gobierno es el de la revolución ciudadana –que se lo presenta como lo ideal en el Ecuador- y la restauración conservadora, expresión satánica de gobiernos municipales, supuestamente en entente, en una especie de conspiración blanda.