El presidente Moreno demostró esta semana que, a diferencia de lo que ha sucedido en varios momentos de su mandato, es capaz de ponerse a la altura de su papel histórico, sin importar los cálculos políticos de coyuntura y algunos desvaríos de los futurólogos que lo rodean.
Y no quiero detenerme en los errores o en lo que falta, sino ir a lo de fondo. Su determinación de no seguir pateando el problema de los subsidios de los combustibles puede servir no solo para empezar a ver la economía con otros ojos sino, sobre todo, para liberar al Ecuador de su eterno secuestro político.
No es necesario haber estudiado economía política o política económica para saber que mientras hay más subsidios sin focalización y sin sentido estrictamente social, el músculo empresarial e individual se vuelve laxo y, a la par, se fortalece más y más una perniciosa dependencia del poder político.
El Ecuador ha venido dándose el lujo de ser un país globalizado monetariamente pero, al mismo tiempo, de manejar una economía dirigida con una visión política autárquica. Convenientemente, la sociedad ecuatoriana ha plegado a esa insostenible paradoja, pese a que se sabe y se reconoce irremediablemente cada vez más abierta.
La decisión de Moreno tiene la virtud de poner al país un poco más al día -hay todavía muchas cosas por hacer, sobre todo en cuanto a las regulaciones laborales- con la realidad mundial. Una economía secuestrada por el poder político -y no solo a nivel de los caudillos presidenciales- siempre termina siendo muy costosa, incluso cuando se puede contar con ingresos de recursos naturales y de deuda. Ya sabemos a qué conduce el modelo, ya sea en Ecuador o en Venezuela.
Una economía más productiva es la única garantía de que se pueden sentar las bases para la sustentabilidad social y política. Solamente una sociedad que brinda reglas claras y un modelo económico competitivo a escala mundial puede generar los ingresos suficientes para brindar educación, salud y seguridad. Ecuador puede y debe hacerlo.
Los sindicatos, con toda la importancia que pudieran seguir teniendo, ya no son lo que creen que son, ni política ni funcionalmente. En cuanto a la dirigencia indígena, deben tomar en cuenta que, más allá de su poder de convocatoria para el bloqueo, el concepto de paternalismo y dirigismo en el agro está poco a poco cediendo paso a una economía basada en el individuo o el grupo de individuos que han probado ser buenos emprendedores.
Pudiera ser que Moreno, incluso con algo de retraso y solo presionado por el acuerdo con el FMI, haya sentado las bases para dejar atrás una visión de una economía secuestrada por caudillos y gremios con capacidad de paralizar. E incluso a los políticos desfasados que quieren seguir jugando a esa demagogia económica que tanto rinde.