Leo tristes noticias de luchas y muertes, de pueblos asustados, de búsquedas sin esperanza, pero me es imposible olvidar, aun bajo tan penosa luz, que México ha entregado y sigue entregando al mundo –y no solamente al universo hispanoamericano- su admirable cultura; su decisión por el arte, la poesía, la belleza, el anhelo de verdad. Quiero manifestar, en justicia, mi admiración por ese país, ejemplar en nuestro entorno: su tradición, su saber, sus escritores, sus pintores, su cocina, sus universidades; su maravillosa Feria del libro de Guadalajara, una de las más completas de Iberoamérica: todo da fe de una inquietud cultural, individual y social sin parangón, y de logros excepcionales que le ayudarán a triunfar sobre el mal. Volquémonos sobre sus conquistas, y aprenderemos lo mejor de esa nación, en todo sentido, grande.
La Academia Ecuatoriana cuenta con un miembro honorario, el maestro mexicano Carlos Prieto, numerario de la Academia Mexicana; escritor y músico, es uno de los grandes chelistas del mundo. En marzo último estuvo entre nosotros y presentó en nuestra sede su hermosa biografía de Shostakovich, antes de interpretar su música en un hermoso concierto de violonchelo; fue un acontecimiento de relevancia cultural y artística que contribuyó a enriquecer las celebraciones de los 140 años de vida académica, con el lenguaje más intensamente universal: el de la música.
¡Ah, la hermosa, contradictoria, irónica y juguetona música de Shostakóvich, basada en formas musicales tradicionales ‘de armonía sencilla y directa’! La biografía que de él escribió el maestro Prieto abarca la existencia del músico, dividida entre una forzada fidelidad al espantable estalinismo, y la exigencia de libertad de su anhelo de creación; su libro destila sabiduría y objetividad respecto de las difíciles circunstancias vitales de Rusia y de su biografiado.
George Steiner, en su discurso de recepción del Príncipe de Asturias de humanidades, se refirió al sueño de “una lengua hablada y entendida por todos los seres humanos de este pequeño y frágil planeta”. Según este ensayista, es cruel contrastar la riqueza comunicativa de lo musical con “los baldíos movimientos de lo verbal”. La emoción que la música transmite desafía todo discurso: crear música y escucharla activamente manifiesta de modo sin par nuestra inteligencia crítica y valorativa.
Prieto conoce de las posibilidades y límites de la palabra humana y de la música. Las experimenta en su cotidianidad, las compara y las sufre: palabra y música son su doble vía de comunicación y de experiencia de sus límites. Nada surge de la nada: cada gran libro es punto de partida de otros, cada gran partitura, expresión de la lucha del ser humano por expresarse, por ser; cada gran sinfonía contiene el dolor y la gloria de la música que la precedió y se repite en el poder de cuantos la interpretaron a partir del silencio necesario y previsto.