Enorme regocijo origina la lectura de la novela histórica, “El Fuego Interior” fruto de la prolífica escritora Águeda Pallares; su lectura es tan cautivadora que atrapa al lector y lo abraza entre hermosas metáforas, bellas descripciones geográficas y situaciones cambiantes que exhalan amor, pasión, patriotismo, lealtad y ejemplar honestidad. El relato poético permite percibir el sudor de los valientes soldados que, bajo el mando del general Antonio José de Sucre, cumplían las órdenes del libertador Simón Bolívar, para transportar a caballo, cañones, lanzas, fusiles y otros pertrechos bélicos, a través de “largos caminos, bajo la lluvia, el sol abrazador, las noches heladas y la mala alimentación…” “Atravesaban estrechos valles de paisajes pristinos y hermosas vistas. Las ciudades por las que pasaban estaban perdidas en el tiempo” Las montañas y las quebradas profundas, no constituían obstáculos infranqueables en el desplazamiento de los ejércitos que, imbuidos de patriotismo, sorprendieron a las poderosas fuerzas realistas. Las elegantes y armoniosamente hilvanadas frases dedicadas al héroe y sin par personaje Antonio José de Sucre, nos transportan a los campos de batalla del Pichincha y de Ayacucho, nos contagian del olor, a pólvora, a dolor y a la sangre que derramaron los bravos soldados para legarnos la libertad.
La obra narra que, una vez liberado el Perú, el Mariscal Sucre fue designado primer presidente de Bolivia; “el nuevo país florecía y el ejército se preparaba bajo la supervisión de su comandante” “los hombres, que antes gozaban de poder ilimitado, no soportaban a Sucre porque gobernaba de forma autoritaria, sin desviarse del camino de la virtud y la honestidad, no se podía lucrar de las arcas de la república, atrasarse o hacer mal el trabajo”
Añadía el joven general “vamos a erradicar de una vez por todas esas malas mañas. Nunca construiremos una verdadera democracia mientras no logremos sembrar la honestidad y el cumplimiento del deber en la conciencia de los ciudadanos” …”si no se obedece mi mandato asegúrese de que se aplique la pena de muerte a los corruptos” “En la reunión con sus ministros, Sucre planteó la urgencia que tenía en conseguir recursos para cubrir gastos de educación y salud”.
Han transcurrido dos siglos desde que el Mariscal Sucre y el Libertador Simón Bolívar anhelaban que, en los países liberados por ellos, se elimine la corrupción e inclusive planteaban la pena capital para los corruptos y ansiaban financiar la salud y la educación, como acciones fundamentales de gobierno. Qué positivo sería que, en el momento actual, se actualicen esos programas y que alguno de los 16 aspirantes a ocupar Carondelet, exponga proyectos de gobiernos similares y aboguen por dar fin a la corrupción que está destruyendo a nuestro país. La triste realidad es que ningún candidato presenta propósitos de gestión y la gran mayoría se mantiene inmersa en las redes sociales y en programas faranduleros que no garantizan un futuro útil para el país.
Es inaudito que en lugar de que la Asamblea elabore leyes que cimienten las bases de un verdadero sistema nacional de salud, que modernicen y mejoren la educación, que detengan la destrucción del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS), que impidan la degeneración judicial, que den mal uso al tiempo de trabajo y lo desperdicien en la planificación de juicios políticos, orientados a desestabilizar a los gobiernos de turno y a beneficiar a exfuncionarios que delinquieron y fueron juzgados y sentenciados. Esa actitud, de protección a los condenados, divide al país entre los honestos, que defienden la democracia y la justicia, y los corruptos, que dan cabida a personajes que han saqueado las arcas nacionales y aspiran a seguir haciéndolo, sin ningún recato.
Es un enfrentamiento entre el bien y el mal, en varias batallas; en la última triunfó la valiente representante de la lucha contra la corrupción, la Fiscal General Diana Salazar, cuya acción frontal ha permitido descubrir una enorme podredumbre del sistema judicial y sancionar a abogados, jueces, fiscales, militares y policías, en varios casos abiertos.
Honremos la memoria de Bolívar y de Sucre, nos sumemos al ejército de dignidad y corrección, elijamos autoridades honestas y enfrentemos, con decisión y firmeza, a la corrupción.