Acaban de terminar los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Si algo hay digno que destacar no solo es la destacada organización del país sede sino también el relevante desempeño de un número importante de deportistas que llegaron al límite y rompieron marcas. En esta cita excepcional del deporte mundial se vencieron 44 marcas mundiales y 117 olímpicas.
Quedará en la historia del deporte la consagración del nadador norteamericano Michael Phelps. Con sus 22 preseas se ha convertido en el deportista más destacado de los Juegos Olímpicos. También fue la vitrina para el aparecimiento de nuevas figuras: el jamaiquino Usain Bolt en atletismo, la china Ye Shiwen en natación, la británica Chris Hoy en ciclismo, la rusa Tatyana Lysenco en lanzamiento de martillo y muchos otros.
Al final del día los laureles se llevaron no solo las grandes potencias mundiales sino los países que están convencidos que el desarrollo de un país va de la mano de la inversión en el deporte. Me refiero a Corea del Sur, Hungría, Australia, Kazajstán, Nueva Zelanda y Cuba.
Sin embargo, la actuación de Ecuador podría catalogarse como deficiente. Lo único destacado fue el desempeño del atleta Álex Quiñónez, de los pesistas David Arroyo y Seledina Nieves y de la luchadora Lisette Antes que, aunque no lograron medallas, se ubicaron entre los ocho mejores. Cabe mencionar que nuestro país, desde su debut en los Juegos Olímpicos de París en 1924, solo ha conseguido dos medallas. Ambas logradas por Jefferson Pérez en los Juegos de Atlanta en 1996 y una de plata en Beijing en 2008. Nada más.
Si hay que calificar el desempeño de Ecuador en estos Juegos Olímpicos no debería centrarse en los deportistas –de quienes sabemos que pusieron su mayor esfuerzo y coraje- sino de autoridades y dirigentes. Me refiero al Ministerio del Deporte, al Comité Olímpico Ecuatoriano y a las federaciones provinciales y nacionales. Su actuación no deja de ser mediocre y deplorable.
Apoyar a nuestros deportistas no significa reunirlos seis meses antes de las Olimpiadas para darles un apoyo ridículo. Es mucho más que eso. Y la respuesta no es que seamos un país pobre. El problema está en la ausencia y falta de articulación de políticas, estrategias, planes de impulso y desarrollo del deporte. Si tenemos para gastar cada año en campañas millonarias de publicidad del Gobierno, ¡cómo no vamos a tener para invertir en la juventud y en el deporte!
La comparación con lo que hacen otros países nos puede dar una pauta de lo que tenemos todavía que hacer para lograr algún día un desempeño decoroso en los Juegos Olímpicos. Ojalá que este fracaso de Ecuador en Londres sirva de experiencia para hacer rectificaciones urgentes.