Las elecciones presidenciales de EE.UU. dejan grandes lecciones, si queremos aprenderlas: el ganador fue modesto en la victoria; el perdedor fue grande en la derrota. Romney terminó como un gran hombre que concedió la victoria a Obama, sin mezquindades. Obama felicitó a Romney y Ryan por su esfuerzo y amor al país. Se dijeron cosas terribles, pero él tendió la mano al vencido de forma tan noble, que borró de un plumazo la crudeza electoral.
La segunda lección importante: las elecciones no son sobre personas o peor, sobre caudillos. La gente no hizo filas interminables ni por un presidente carismático que perdió su brillo, ni por un empresario exitoso que vendía su don de generar empleos. El pueblo votó por una visión de país donde el estado juegue un papel importante en regular la economía, poner impuestos justos, promover servicios sociales y equidad. Perdió la visión donde la desrregulación económica y la reducción de impuestos a los ricos son fórmulas mágicas; donde los beneficiarios de programas sociales son simples “aprovechadores que no toman responsabilidad por sus vidas”. Por eso los partidos y las ideas son importantes, porque el debate va más allá de líderes y candidatos.
Tercera lección: los avisos masivos y las campañas negativas probaron ser contraproducentes. Esta es la primera elección donde se quitaron casi todas las restricciones electorales, incluso límites para los donantes. El resultado fue campañas millonarias (más de USD 6 billones) que no sirvieron para nada.
Y la lección más importante: lo que verdaderamente tuvo un impacto, más allá de toda duda, fue una prensa completamente libre -libérrima para nuestros estándares- donde todos pudieron cruzar datos sobre los candidatos, sus historias de vida y la rigurosidad de sus ofertas con la realidad. Es más, hubo cadenas televisivas que sin tapujos llevaron la pelea hasta el absurdo. Todos sabíamos que Fox News era la base de campaña de Romney, así como MSNBC fue la central de apoyo de Obama. Y no sólo hasta 72 horas antes, sino hasta la misma jornada electoral. Lo hicieron incluso torciendo el sentido de la realidad. Nadie se puso en el camino de la primera enmienda. Hubo medios que mantuvieron el equilibrio, pero una semana antes, muchos tomaron opciones, editorializaron sus respaldos y ofrecieron sus razones para hacerlo, sin cortapisas, sin prohibiciones absurdas, sin juicios. ¿Quieren la verdad? Esto sirve mucho más a la democracia y a los electores que una prensa amordazada. Nadie se creyó con el derecho de controlar a los demás. Todos tuvieron la información para tomar una decisión en libertad y, al final del día, Fox News y asociados quedaron en ridículo y todos lo supieron, sin necesidad de que una autoridad central lo dictamine. La libertad no es un problema para la democracia es –en esencia- su piedra angular.