El triunfo del líder del partido popular Mariano Rajoy fue celebrado con justificado entusiasmo por grupos del espectro de la derecha política de muchas partes del mundo y no solo de las huestes militantes en España. Desde el punto de vista ideológico y político fue justificado el alboroto, aunque es una reacción simplona que olvida contextualizar el resultado electoral en la historia posfranquista.
España, a partir del Pacto de La Moncloa, tiene un sistema bipartidista que ha logrado desarrollar con mucho esfuerzo, pero con evidente fe democrática. Los dos partidos –PP y PSOE– responden a posiciones ideológicas contrapuestas pero coinciden en el respeto al orden constituido, logrando navegar en los vaivenes de la política exterior y en la crisis económica actual En épocas de Aznar, por ejemplo, la institucionalidad fue puesta a prueba a raíz del 11- S, los atentados de Madrid, así como el craso error político y periodístico de imputar a ETA el atentado del 11 de marzo. Súmese, la plena alineación con el gobierno de Bush II y la participación en la esquizofrénica aventura bélica en Iraq. Del otro lado el PSOE careció de prevención frente a la amenazante burbuja eco-nómica que se avecinaba y más bien la promocionó con un ‘boom’ inmobiliario hasta que tuvo que adelantar elecciones, en medio de la furia de los jóvenes ‘indignados’ que se resisten pasar del idílico Estado de Bienestar a uno de reajustes donde el empleo es el lado más débil.
Atentos a seguir la voluble política española, es necesario evaluar algunos resultados. A principio de la era posfranquista y para evitar el regreso de los fantasmas, tuvieron que sentarse en la misma mesa derecha e izquierda, conservadores y socialistas, como en su en su momento lo hicieron los del Frente Amplio de Izquierda en Uruguay con los demócratas cristianos para consolidar la democracia en esa orilla del Río de la Plata y los cuatro gobiernos de la Concertación en el Chile post-Pinochet. Una segunda lección histórica es el respeto –no simulado– al Estado de derecho y algo que es muy difícil de entender en América Latina como es la independencia de funciones para garantizar la democracia.
¿Cómo hacer entender a los viejos y jóvenes políticos no gobiernistas del Ecuador estas realidades? Tienen que enfrentar el poder autoritario más grande la historia en víspera de una reelección presidencial y juegan a las cartas políticas como novatos. Mientras por un lado existe un extraordinario jugador de póquer con todos los naipes a su disposición, unos limpios y otros tal vez marcados, los rivales solo se dedican a la práctica del solitario que es el juego preferido de las almas desoladas. Por eso, mientras en una misma mesa no se sienten la derecha, centro y la izquierda no gubernamental, crecerá la sospecha de que conscientes o no, son parte de ‘operaciones encubiertas’ destinadas a simular la competencia .