Todos los candidatos opositores compiten en desventaja con quien ha ejercido la Presidencia de la República con éxito, de acuerdo con la apreciación de un importante conglomerado de votantes (ver artículo del 20 de enero, ‘Correa, ¿por qué sí o no?’). Seis de los ocho candidatos no la han ejercido, y Lucio Gutiérrez no terminó su mandato por una serie de problemas que no se pueden olvidar con un simple propósito de enmienda.
Rafael Correa exhibe resultados frente a una serie de promesas. Y, como anota bien Jorge León, resulta muy difícil vencerlo, no solo por esa credibilidad producto de su acción sino también por la esperanza que genera. El candidato-Presidente encarna al ejecutor que hace sentir a varias capas sociales que es el garante del desarrollo y del orden. Guillermo Lasso, candidato de CREO, no escapa a esa desventaja de partida.
Es alguien que ha tenido éxito como empresario privado y ha ejercido cargos -importantes, aunque fugaces- en varios gobiernos. Pero pese a que ha estudiado la realidad nacional y se ha preparado, carece de empaque político, condición que pudiera parecer deleznable pero que se vuelve crucial cuando se tiene al frente a alguien que, como Correa, ha desarrollado un estilo con el cual los menos favorecidos se sienten concernidos.
Ese déficit también se nota cuando trata de transmitir una visión de país, que desde luego es posible encontrar en su plan de gobierno, pero que no se ha permeado en sociedades eminentemente políticas como Quito. Pese a que entró temprano en el escenario electoral, y a decir de entendidos despliega una campaña sistemática y técnica, es posible que no logre conectar lo suficiente.
Tampoco, igual que varios de los candidatos, se ha vuelto contradictor ni confronta a Correa, lo cual lo aleja de la cotidianidad política. Eso sí, enfatiza en el discurso de las libertades individuales, lo cual ciertamente es el déficit más sensible del Gobierno, al igual que el estilo presidencial voluntarista.
Lasso aparece como un potencial mandatario ejecutivo, un tecnócrata sin política, como aquellos que en la América Latina de los noventas tenían las soluciones en el papel. Evo Morales y Hugo Chávez son solo políticos. Correa es político y tecnócrata. En el Ecuador de este momento parece no haber mucho espacio para los populismos al estilo del Prian, el PRE y el PSP, pero tampoco para fórmulas descafeinadas.
Por último, Lasso no ha desarrollado una conexión específica con los jóvenes, una seria falencia si se tiene en cuenta que casi el 60 por ciento del padrón electoral está compuesto por votantes de entre 16 y 39 años.
El candidato de CREO es bueno para quienes sienten la necesidad de una sociedad más democrática y menos asfixiada por el personalismo, la concentración de poder y el atropello a varias libertades, pero tiene un camino difícil por delante.