Guillermo Lasso se lució en Glasgow, al dar a conocer una iniciativa que aumentaría de manera sustancial la reserva marina de las Galápagos a la vez que crearía un patrimonio de USD 300 millones en bonos para financiar el patrullaje de las islas. Meses atrás tuvo un éxito aún más sonado, el de la vacunación masiva.
Pudo Lasso quedarse a la cabeza del próspero banco que controla, monitorear al excelente cuerpo de profesionales que lo administran, dedicarse a gozar de su familia y disfrutar de su fortuna. Pero se empeñó en buscar la presidencia. En abril lo elegimos. Le toca enfrentar la peor crisis de la historia. Tiene la capacidad y las ganas de enfrentarla.
¿Por qué no lo dejamos?
Ahí tenemos a un señor Iza que piensa que toma la posta de Rumiñahui para expulsar a los conquistadores; resistencia la llama. Pero han pasado más de 500 años y ya no hay una banda de conquistadores extranjeros, sino una sociedad mestiza de 17 millones en su gran mayoría descendientes de los pueblos originarios que se constituyeron en una nueva nación que forma parte del mundo moderno.
Ahí están asambleístas, muchos pero no todos elegidos gracias a la popularidad de Rafael Correa, que amenazan al presidente con destituirlo si no cede a sus pretensiones que les entregue la función judicial y con ello impunidad para su colosal desfalco del erario nacional.
Ha salido golpeado Lasso de estos enfrentamientos. Ha debido suspender el alza del diésel y reemplazar esos ingresos proponiendo un alza de impuestos aún más agresiva que la original. Su plan para rescatar la economía se desacelera, ya que la Asamblea le rechazó la ley que le daba vigencia. Peor, si el intento de destituirlo con algún pretexto avanzase ominosamente, tendría que invocar a la muerte cruzada, con lo que entraríamos en un nuevo período electoral.
El peor escenario es que tuviesen éxito en destituirlo, o que perdiese la presidencia en la muerte cruzada.
Mientras tanto, todos los ecuatorianos que desde nuestra posición aportamos lo que nos toca para sacar al país adelante, seamos de izquierda o de derecha, empleados o desempleados, profesores o estudiantes, profesionales u obreros, observamos este circo y pagamos las consecuencias de que al Presidente le ponen obstáculos para que pueda gobernar y sacar el país a flote. De una gestión presidencial fluida, todos finalmente nos beneficiaríamos, consiguiendo empleo, alza de sueldos, mayores ventas, mejores servicios públicos.
Es hora de parar este circo. Que los ciudadanos digamos no a tanta conspiración. Que nos oigan en la Conaie, en la Asamblea. Hay que hacer saber a los políticos que los ciudadanos apoyamos a que este Presidente ponga en marcha su programa, aunque no coincidamos en todas sus propuestas. Porque o Lasso gobierna, o el país se hunde en el caos.