Son subalternos los que están siendo procesados por corrupción en el Ecuador, en el caso Odebrecht y en otros. Por excepción, están un exministro de Estado y un tío -en prisión domiciliaria, con teléfono, internet, “cama, dama y chocolate”-.
En el caso del contralor Carlos Pólit, prófugo, se multiplican las interrogantes, aun cuando la expresión del Fiscal del Estado fue muy incriminatoria “se ha pasado de los indicios a las evidencias”. ¿Cuáles son?, ¿qué tiene que decir Pólit?, ¿o va a quedarse mudo?, ¿o se llegará a cruzar silencios, de un lado y del otro lado?
Mientras lo de Odebrecht, en otros países de la región, tiene en prisión o en investigación a jefes de Estado y Gobierno y altos funcionarios, lo que se explica porque desde Brasil la conducción de las negociaciones de esa compañía se manejaba desde el nivel presidencial, con Lula; en el Ecuador, como que solo habrían intervenido subalternos.
Para la mayoría de los ecuatorianos eso no es posible, porque en cuanto al Ecuador la presencia y la gestión de Lula, en apoyo de Odebrecht, fue persistente. Se evidencia en la multiplicación de contratos, del 2010 en adelante, en los incrementos por escalamientos de costos y los consecuentes sobreprecios, que son los que permiten los márgenes de beneficio para la corrupción. Lo que el expresidente Correa explicó: que cohechos, comisiones y recompensas a funcionarios, no le causan perjuicio económico al Estado o a las entidades contratantes, ya que quienes cohechan van a ganar menos, porque solo están compartiendo su utilidad es falso. Siempre se vinculan con incrementos en costos y precios. La percepción es que, como sistema, hay un concierto para el encubrimiento de la corrupción.
La frase de que quienes cuestionan la impunidad subyacente “no pueden probar el nexo con la corrupción”, está inflada de la petulancia de quienes se han creído hábiles para no dejar rastro, aun cuando haya la sospecha pública de la intermediación de testaferros.
Otras frases del entorno del expresidente Correa reclaman discreción. Se podrían resumir en la expresión “los trapos sucios se lavan en casa”. Lo contrario es lo correcto, debe abrirse las heridas infectadas, para poder extraer la pus.
Para los ecuatorianos, como que el expresidente Correa estaba en todo; y, en los sectores estratégicos, nada se daba sin el Vicepresidente Glas. Ahora quedaría como que siempre solo estuvieron para la foto y la pantalla y alrededor de ellos, otros se digerían al país. Absurdo.
De haber una investigación seria y responsable, no asfixiada por los votos de la mayoría de la Asamblea, sí podría llegarse a la verdad. En esa línea debe ir la exigencia colectiva de los ciudadanos.