Hoy arranca ( oficialmente ) la campaña de la segunda vuelta. En realidad el pistoletazo de partida se dio en la tarde del 19 de febrero.
Los 20 días siguientes prometen ser tensos; el camino, pedregoso, se diría.
Como pocas veces en la historia conocida un resultado estuvo rodeado de tanta incertidumbre. El triunfo de Moreno fue capitalizado por Lasso por las tensas horas que siguieron al conteo oficial y las demoras poco explicadas. Hoy las encuestas escasean. Aquella encuestadora privada que más se acercó al resultado final de la primera vuelta le da al candidato de Creo 4.2% de ventaja pero los indecisos son demasiados. Telesur, la cadena de TV chavista, asigna nueve puntos a favor del aspirante de Alianza País. Nunca antes se han conocido menos datos, no se sabe si no se hacen sondeos, o se teme por divulgarlos.
La ética pública demanda de los dos aspirantes soluciones pragmáticas y posibles para los grandes temas que aquejan a la nación. La crisis económica, la falta de empleo, la percepción de corrupción, la seguridad, los grandes rubros de educación-la universidad-, y la salud pública deben ser abordados con alta responsabilidad y sin demagogia. Ojalá haya uno o más debates de altura y respeto porque, por ahora, las señales no son las mejores. La gente merece ideas y no ataques ni descalificaciones.
Un discurso busca revivir los fantasmas del pasado para forzar y endosarlos a un actor político de hoy. Otro, insiste en responsabilizar del alto calibre de la situación reinante al candidato del continuismo.
Para que la campaña sea limpia y equitativa cabe pedirle a la autoridad electoral una sincera invocación para que la propaganda oficial atosigante, con la repetición interminable de los logros de estos diez años, cese. Que se acaben las sabatinas de una vez por todas y los electores puedan decidir sin ruido y en paz. Sería una sabia manera de dar una muestra de la independencia que para los opositores al Régimen le ha faltado al máximo organismo del sufragio. La prohibición para el último suspiro del silencio electoral sería, una vez más, tardía. Es ya.
Otro aspecto clave será despejar las dudas que se sembraron con las últimas palabras del Comandante General del Ejército, Luis Castro al pedir la baja. Fueron días de fricción desde el 19 de febrero hasta el 6 de marzo. El general se fue diciendo que la cadena de custodia se rompió. No comparte ese criterio el titular del CNE. En todo caso, y para evitar sospechas, sería mejor que, como recomienda el general Castro, en todo momento el traslado del material electoral, de las urnas y de los votos estén tres delegados: del CNE, de la Policía y las Fuerzas Armadas. Una señal sana de transparencia en un proceso que, desde ya, se advierte, será tenso. Tampoco es bueno que el mando político del país minimice el rol de las FF.AA., bien es verdad que ya no son garantes de la democracia ni fuerza tutelar ni dirimente, pero su imagen institucional es respetada por todos los ciudadanos y debe ser reconocida por el poder.