En una reciente reunión con los abanderados de los colegios de la provincia del Guayas, el presidente Correa ha dicho que lanzando piedras no se consigue el desarrollo del Ecuador.
Suscribo plenamente las palabras presidenciales. Lamentablemente, Correa estuvo pensando, ciertamente, en pedazos de roca o pavimento que algunos ciudadanos arrojan para manifestar su descontento, protesta o indignación. No pensó, quizás, en otro tipo de piedras que producen más daño que esos objetos materiales y que, más que estos, impiden el desarrollo del país porque lo dividen, lo enervan, propician la confrontación, la lucha de unos contra otros, y lo desprestigian en lo externo.
¿Qué decir, por ejemplo, acerca de las piedras que constantemente lanzan el Presidente y sus colaboradores contra quienes se oponen a sus designios y expresan opiniones distintas a las suyas? ¿Acaso no son piedras injustas y ofensivas los 150 y más vocablos que usa Correa para agraviar, ofender y apocar a los que considera sus enemigos?
¿No son irresponsables piedras las generalizaciones con que descalifica a la diplomacia profesional y a otras instituciones del Estado, procurando desprestigiarlas a fin de cambiarlas a su antojo? ¿Hay que olvidar las piedras que derribaron a la Honorable Junta Consultiva de Relaciones Exteriores, a la Academia Diplomática, a la Honorable Junta de Defensa?
¿Acaso no son envenenadas piedras, las que usa al referirse a los que emiten opiniones críticas escandalizándose de “tanta mediocridad y tanta mala fe?”
¿No son piedras el “mentiroso” lanzado en la Universidad de Columbia contra un dirigente del periodismo continental, o ir a la ONU para pedirle ayuda y decir, al mismo tiempo, que hablar en ella no sirve para nada, o que la OEA debe desaparecer, o que la Unión Europea busca neocolonizar a los países mediante acuerdos comerciales?
¿Y las innumerables piedras que se están poniendo en el camino del ejercicio de la libertad de pensar y decir lo que se piensa, en forma tal que la crítica internacional se preocupa por el futuro democrático de nuestro país mientras Correa -nueva piedra- la desoye?
El Presidente tiene razón: con piedras como estas ni se promueve ni menos se asegura el desarrollo nacional.
¡Qué bueno fuera que todos, incluido el Presidente y sus ministros, reflexionáramos sobre la forma en que el gran Mandela logró conducir a Sudáfrica del odio a la reconciliación, de la lucha a la cooperación, convirtiéndose así en un ejemplo de estadista!
Ojalá los abanderados del Guayas mediten sobre las palabras presidenciales y, cuando gobiernen el país, lo hagan sin piedras y propiciando la paz social, condición indispensable para su desarrollo y prestigio. Y que ahora, como estudiantes, reclamen sus derechos con altivez, pero sin piedras.