Lágrimas en París

Telmo Herrera es un escritor ecuatoriano, dramaturgo y artista plástico que recorrió el mundo en su juventud hasta que, finalmente, en 1973, recaló en París. Allí se ha dedicado a perseguir el recuerdo de escritores como Hemingway, Orwell, Cortázar, Fuentes, o los clásicos de la ciudad como Balzac, Víctor Hugo o Emile Zola.

Hace tres semanas me encontré con él en la majestuosa estación Saint-Lazare. Desde ese lugar cargado de historias emprendimos un largo camino de dos días por el París de los artistas, las novelas y la literatura. Fueron muchos kilómetros los que recorrimos a pie, decenas de anécdotas las que él iba descubriendo en cada esquina, e incontables las referencias literarias sobre sus obras que en buena parte se inspiraron en esa ciudad, pero también sobre las obras de autores cuyas siluetas espectrales nos sorprendían en cada uno de los fascinantes rincones de la ciudad. Nos detuvimos muchas veces para contemplar una placa, admirar una calle o recordar algún pasaje de ‘Rayuela’ imaginando a Oliveira y a la Maga atravesando el puente de Saint Michelle o discutiendo en un café de Montparnasse.

Durante nuestro periplo hablamos también de Víctor Hugo, el enorme escritor parisiense, autor de obras cumbres de la literatura universal, cuya casa museo se ubica en una coqueta esquina de la Place des Vosges, que había visitado la tarde anterior al encuentro con Telmo Herrera. Hablamos entonces del multitudinario entierro celebrado en mayo de 1885 con más de dos millones de personas que lo despidieron en las calles de París, en una procesión que se dirigió desde el Arco del Triunfo hasta el Panteón donde fue enterrado.

Mientras charlábamos de sus obras, en especial de ‘El Cura Loco’ y ‘Papá Murió Hoy’, que en su momento fue finalista del premio Nadal, siguiendo uno de los márgenes del Sena, alcanzamos la Rue de la Bûcherie en la que se encuentra Shakespeare & Company, la prestigiosa librería y biblioteca en la que se publicó por primera vez ‘Ulises’ de James Joyce. Junto a esa histórica librería, en un café con vista directa a la catedral de Notre Dame, hicimos una pausa merecida y, acompañados de dos grandes jarras de cerveza, hablamos de otros libros, de otros autores y de otros fantasmas que se nos habían escabullido durante la larga caminata de aquel día. Ensimismados ante la imponente presencia de la catedral, me contó que en 1830 se produjo una ola de demoliciones de las construcciones que pertenecían a la época medieval, y que Notre Dame estuvo en la mira de un grupo importante de reformistas, pero la novela de Víctor Hugo, ‘Nuestra Señora de París’, publicada en 1931, fue determinante para evitar su destrucción.

Días más tarde, mientras las llamas envolvían a la enigmática Notre Dame, me puse en contacto con Telmo Herrera, que respondió de inmediato. Dijo que no había soportado ver las imágenes de la tragedia. Desconsolado, con la voz entrecortada, derramaba unas lágrimas, como todo París. 

Suplementos digitales