Es difícil amar y creer en la propia patria cuando El Ecuador, como Saturno, devora a sus propios hijos. Me refiero a los privados de libertad, tutelados y protegidos por el Estado, pero sometidos, muchas veces sin juicio y sin condena, al más terrible destino. Demasiada la sangre que nos salpica, demasiada incapacidad para gestionar el sistema carcelario. No es un tema personal que se soluciona con el cambio de un director, sino un problema sistémico. Correa cambió el celofán sin darse cuenta (o, simplemente, ignorando) que la podredumbre estaba dentro y fuera de los centros carcelarios. De entonces a acá poco se ha hecho. Poco y poco eficaz. Y es que muchas cosas quedan en evidencia:
- La fragilidad de nuestra democracia, los grupos de poder, los intereses creados y, sobre todo, el poderío del narcotráfico, un estado dentro del Estado, una manzana podrida que puede dañar el cesto entero.
- La ausencia de un cuerpo de funcionarios de prisiones bien formado y profesionalizado, capaz de convertir el espacio represivo en un auténtico espacio de rehabilitación.
- La falta de medios, presupuesto y tecnología, lo cual refleja el desinterés de las autoridades por afrontar el problema. Lo cotidiano no es mejorar, sino aguantar en la esperanza de que la siguiente masacre se aleje lo más posible.
- La necesidad de formación, de un plan, no de contingencia sino de largo alcance, que toque la entraña ética de la condición humana.
- Nuestras prisiones son el reflejo de lo que pasa fuera de sus muros: tráfico de drogas, sicariato, violencia, falta de trabajo y de oportunidades. Miles de jóvenes a la deriva, víctimas de un sistema que los ningunea.
La gran tentación de la sociedad es mirar a otro lado. Al fin y al cabo son gentuza que “se matan entre ellos y, además, se lo tienen merecido”. Los privados de libertad no son privados de dignidad. Son personas e hijos de Dios, reflejo de nuestra pobreza y de nuestro fracaso. Ojalá que la voluntad política de afrontar el tema sea el reflejo, aunque mínimo, de la necesidad de parar entre todos este horror.