Katerinne Orquera

La indolencia hacia los niños

A partir de la Revolución Juliana, sucedida en 1925, el Estado empezó a intervenir de manera directa en la vida de los infantes, con el propósito de mejorar sus deplorables condiciones de vida, según cuenta la historiadora Sonia Fernández, en “La escuela que redime”. Y aunque suele pensarse que la historia es una línea de progreso hacia delante, un examen a la actual situación de los niños muestra que las políticas públicas son insuficientes, o francamente deplorables, a casi un siglo de la primera intervención estatal.

La sociedad ecuatoriana, y el Estado como su expresión organizada, son incapaces hoy de cubrir aún el requisito más básico para sostener la vida: la alimentación. De tal manera que el 30% de niños ecuatorianos menores de dos años tiene desnutrición crónica, la mayor proporción de América Latina y el Caribe, solo por debajo de Guatemala.

A este problema, que no es menor, se agrega otro récord vergonzoso: el Ecuador es uno de los países con mayor cantidad de embarazos infantiles en el planeta: 12 % de niñas de entre 10 y 19 años han estado embarazadas al menos una vez en su vida; pero, aún peor, en el 80 % de los casos se debe a abuso sexual de adultos que, generalmente, pertenecen a su propio círculo familiar.

Y si la familia, supuesto núcleo de la sociedad, abusa de los niños, su seguridad tampoco parece ser una de prioridad para de la Iglesia, pues según una investigación de la televisión alemana y El País de España, en los últimos años Santo Domingo de los Tsáchilas ha sido el destino final de 23 sacerdotes acusados de pederastia en Europa, quienes han llegado como misioneros de Fidei Donum, oficina de la Conferencia Episcopal de Alemania.

Son solo tres ejemplos de la permanente la falta de respeto hacia los niños, pero deberían ser también un imperioso llamado de atención a dejar de considerar “natural” la violencia que se ejerce en su contra e impelernos a corregir los abusos, si pretendemos llamarnos verdaderamente humanos.

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