En entrevista difundida por el ABC de España, el Presidente de la República contestó con un antiguo refrán la pregunta de Thalía Flores sobre la destitución predeterminada por la Contraloría al titular de la Supercom : “El que a hierro mata, a hierro muere”. El proverbio es una variante de la sentencia de Jesús al ser entregado por Judas: “Vuelve la espada a su vaina, pues quien toma la espada, a espada morirá”, le dice al discípulo que hiere a un siervo del jefe de los sacerdotes que lo apresaban.
El refrán español sugiere que cada ser humano experimenta el mismo daño que hizo a otros; resulta, en algún sentido, la versión condensada por la sabiduría popular del karma budista. Y no solo calza como anillo al dedo para el impresentable funcionario inquisidor de aquella Superintendencia gestada por la Ley de Comunicación del correísmo como una abusiva comisaría de represión y castigo, sino para el inspirador de la Ley Mordaza, el expresidente de la década de mayor corrupción en la historia del país.
¿No le persigue su karma cuando Correa acusa ante la OEA a Moreno de haber alterado el orden constitucional, pide convocar al Consejo Permanente y activar la aplicación de la Carta Democrática? Lo coherente hubiera sido que reclamara ante sus congéneres del grupo ALBA. Pero Correa y Patiño han acudido a la OEA, blanco de los repetidos ataques del expresidente: lo acusó de ser instrumento del imperialismo, dijo que era inservible, que nació mal y no tenía componte. En realidad, es como si un ateo y comecuras acudiera a la Santa Sede para defender sus intereses y los de su grupo de seguidores.
Correa afirma ahora que el país se despeñó hacia el abismo de la ruptura constitucional, que su sucesor quiere tomarse todos los poderes del Estado; ha dicho también que existe un plan imperialista para desestabilizar a los regímenes progresistas y que por eso el vicepresidente Glas está en la cárcel; que su caso es como el de Dilma Rousseff en el Brasil… El miedo a que la consulta popular le saque del juego político por la decisión de los ciudadanos en las urnas le lleva a anunciar el apocalipsis constitucional. No incluye en el reclamo la historia de las sucesivas quiebras constitucionales durante los diez años de su mandato, en los que se declaró jefe de todas las funciones del Estado, metió mano a la Justicia e hizo y deshizo a su voluntad.
El karma le persigue cuando declara que Glas es un perseguido político, aunque sobre ninguno de los perseguidos políticos durante el correísmo pese sentencia de seis años de cárcel por asociación ilícita. Los cabildeos en Panamá fueron el preámbulo para pedir la intervención de la OEA. El karma se vuelve como un bumerán contra el exmandatario por el daño causado a los ecuatorianos durante diez años de prepotencia, mentiras, abusos, despilfarros y corrupción.
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