K contra los medios

La estrategia del Gobierno contra los medios suma, día a día, nuevos eslabones: ya no solo caen en la embestida los diarios, las radios ni los canales de la televisión, sino también la televisión digital, el futuro de la TV.

Ayer, la Asociación Internacional de Radiodifusoras (AIR), una entidad que agrupa a 17.000 canales de televisión y radios de América, Europa y Asia, se hizo eco de esta situación y, en dos declaraciones, afirmó que “la ley de medios es una amenaza para la libertad de expresión” y que el régimen que dictó el Gobierno sobre televisión digital pretende asegurar la “preeminencia del Estado sobre el sector privado”.

Basta con hacer un repaso de los hechos ocurridos durante los últimos años para observar que el Gobierno de los Kirchner lleva adelante una estrategia clara, que tiene por única dirección convertirse en los dueños del discurso único:

Desde el 2003 hasta el 2009, el Gobierno concentró en sus medios amigos la publicidad oficial, que distribuyó con arbitrariedad, y apuntó sus críticas en los diarios LA NACIÓN, primero, y Clarín, luego.

En agosto del 2009, largó la embestida de Guillermo Moreno contra Papel Prensa, para restringir el suministro de papel de diario a los periódicos. Actualmente, la empresa está intervenida parcialmente.

En octubre, sumó otro capítulo: el Congreso sancionó la ley de medios audiovisuales, para fraccionar a los actuales operadores de medios. Numerosos jueces suspendieron la aplicación de la ley y el Gobierno pretende que, en pocas semanas más, la Corte Suprema deje sin efecto esa suspensión.

Y, en marzo de este año, el gobierno dictó el decreto 2010, sobre Televisión Digital (TDT), por el cual colocó al propio Gobierno en la vanguardia de la futura televisión, generando una plataforma tecnológica que excluyó a los operadores privados (canales de televisión). Es decir, el Gobierno, en lugar de fijar reglas uniformes para el sector público y para los privados, se puso en la grilla de partida como único operador, mientras mantiene a los privados encerrados en boxes.

A todo esto se suma un clima de creciente agresión y asfixia: Llegaron las marchas; las críticas que formulan periodistas oficialistas y artistas, desde medios y blogs oficialistas, contra los periodistas que son de medios independientes y los carteles. Periodistas oficialistas, algunos convencidos de buena fe y, también, muchos conversos se prestan a dirigir esos ataques, para provocar intimidación y autocensura en sus colegas.

Tanto las medidas jurídicas y políticas, como el clima de asfixia creciente no se pueden entender por separado, como si fuesen realidades distintas.

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