Escribo incrédulo ante la barbaridad jurídica de tres jueces de la sumisa nueva Corte Nacional de Justicia. La sentencia es el réquiem para la justicia. Se ha demostrado, otra vez, que la mayoría de jueces cumple órdenes provenientes de Carondelet, con el único afán de cuidar un sueldo, tener chofer, llevar una insignia en la solapa, vender su conciencia ante sus limitados conocimientos, sentarse en sillas preferentes en actos sociales, recibir viáticos en sus viajes. En fin, enterrar la ley y el derecho a cambio de unos cuantos denarios… me acordé de la traición de un apóstol por 30 monedas.
Los jueces, como quien condenó a Jesucristo a la cruz, oyeron los gritos destemplados del populacho (que también recibe monedas del emperador), y no escucharon a la justicia, el derecho, la razón. Todo por unos centavos que se representan en honores en festines a los cuales son convidados por interés. Todo por recibir las migajas de pan que caen de la mesa del emperador, que interpone sus ambiciones antes de dejar que los derechos humanos y la Constitución rijan en este reino del terror, la injusticia y la droga exportada a través de valija diplomática a cargo del Ministro de Relaciones Exteriores. Pero el emperador y sus amanuenses no son responsables. La justicia y el sentido común han fallecido, sin que el pueblo reaccione por el temor generado por el dictador.
Los juecesitos, sin que hayan podido leer detenidamente las piezas procesales del caso, y sin entender los argumentos expuestos por los abogados en la audiencia (ya que alguno de ellos se durmió), señalan que “han deliberado profundamente”. En poco más de una hora sentencian un tema de derechos constitucionales, lo que denota o que son superdotados, por eso tienen la capacidad para escuchar, dormirse, chacharear, entender, discutir y resolver, o el poderoso caballero dispuso lo que tenían que hacer… y ¡cómo iban a perder las prebendas generadas por un botón de oro en la solapa!
La Constitución dispone que las resoluciones de autoridades, entre los que se incluyen los jueces, deben contener una parte explicativa (considerandos), y una parte resolutiva (decisión). Pero estos genios del derecho, apoltronados en sillones que les dan poder, solamente señalan en su resolución hecha pública la madrugada del jueves de la semana pasada, que los ahora condenados no justificaron el error judicial que vició la sentencia expedida por los jueces de la Corte de Guayaquil.
Si en realidad los denunciados no demostraron los argumentos esgrimidos en el recurso de casación, los jueces debieron fundamentar su sentencia para llegar a esa conclusión.
La motivación no puede esperar unos días más, como dijeron los juecesitos en la madrugada de un triste día para las libertades de opinión e información.