En octubre de 2012 Ecuador está al final de una era de la Justicia y al inicio de una nueva, esta última con auxilio de tecnología y su instrumento más conocido por todos, el internet.
De los viejos tiempos se guardarán recuerdos positivos, en su mayor parte.
La Corte Suprema funcionaba en la calle Chile; y, como hoy, sus Magistrados laboraban en Salas especializadas. Como siempre surgen divergencias, hubo un destacado jurista, el Dr. Pompeyo Montalvo Montero, quien editaba un pequeño periódico en el que, al referirse a las Salas de la Suprema, las calificaba de “dormitorios”, pues igual que hoy, el despacho de sentencias era lento, por bien elaboradas y motivadas.
La alegría de los habitantes de Quito, también en esa época hacía blanco de ellos. Hubo un penalista ciertamente ilustre, el Dr. Bolívar León Velásquez quien, a la época, ocupaba la Presidencia de un Tribunal Penal en Quito. Sin variar –y en los últimos años con mayor frecuencia- se producían quejas de los litigantes contra los jueces; y, en el caso, no faltó una contra el Dr. León. Notificado por la Corte para que conteste, se le ocurrió incluir estas pocas palabras, no textuales: no cabe, señores Magistrados, que se ocupen de estas “quisicosas”. ¡Le costó el cargo!
En el nivel de empleados, una organización de defensa funcionó bien. Su más notable Presidente fue el Ab. Luis Muñoz Pasquel, a quien por poco le victiman por su defensa de los judiciales.
Al aumentar la población, se produjo también el aumento de litigios; pero no de juzgados y funcionarios judiciales. Surgió el justificado clamor contra la Justicia imperante, concretado en centenares de quejas por demora en el trámite; y, en algunos casos, por corrupción. La política se introdujo en la Función Judicial y se habló de la “politización de la Justicia”, así como de la “judicialización de la política”, al arribar a ella mediante denuncia y espectáculo.
Al instaurarse la “nueva Justicia”, a la Función Judicial de Pichincha le privaron hasta de su edificio de la Av. 6 de Diciembre: lo entregan a los diputados o asambleístas, que necesitan más oficinas para cumplir sus “delicadas tareas”, con una mayoría dependiente del Ejecutivo.
Veamos qué camino toma la nueva Justicia, porque si se repiten sucesos como los del diario El Universo y el Gran Hermano, sospecharemos que la politización es más profunda. Si, por medio de la Justicia, se produce todo un drama político alrededor de un busto de León Febres Cordero en Guayaquil, para pelear contra el espíritu de un fallecido, las proyecciones no son muy halagüeñas.
Pero para no ser pesimistas, esperemos un poco, aunque no es apropiado tener mucha fe cuando el afamado Consejo Nacional Electoral entrega a la Fiscalía “para que investigue” nada menos que 7 millones de firmas, a sabiendas de que eso es imposible.