Una persona medianamente informada no puede decir –así suelta de huesos- que el sistema judicial estadounidense está de alguna manera controlado por el poder Ejecutivo ó, que la manipulación de la justicia en el Ecuador es similar a la que hace el Ejecutivo en Estados Unidos, sólo por tener capacidad nominadora. Nada más lejano a la realidad.
El sistema judicial estadounidense es uno de los más antiguos de la historia moderna. Tanto en su estructura como en su vocación de independencia frente a otros poderes del Estado. Este sistema precede incluso a la creación de la república y, por ende, a la declaración de la independencia estadounidense. La razón de fondo es que los primeros colonos pagaron en cada una de las comunidades por mantener un juez independiente y costear sus gastos. Cuando las sociedades crecieron y se hicieron más complejas, esta figura del juez se mantuvo; y los jueces más antiguos y la comunidad escogían a los nuevos. Su permanencia como juez estaba dictaminada por su actuación sin tacha tanto en su vida privada como en sus veredictos. Era la comunidad entonces y es ahora la sociedad la que controla la justicia.
La justicia estadounidense permanece descentralizada. A diferencia de lo que pasa en Ecuador, u otros países, el Fiscal General no es el jefe de los demás fiscales, es tan solo el representante del Estado Federal en sus litigios y en la coordinación con el resto del sistema. Hay fiscales generales en 50 estados de la unión, la mayoría de ellos electa directamente. Otro tanto elegido por el gobernador general y luego ratificado por los congresos estatales. Todos tienen que presentar una hoja de vida intachable y al menor cuestionamiento, la mayoría de ellos tiene la dignidad de renunciar antes que insistir. Jueces y fiscales tienen preferencias partidistas y eso está contemplado en el sistema. Por esta razón, el Presidente de turno tiene capacidad nominadora. Puede escoger jueces que estén a tono con los principios ideológicos (las diferencias generalmente tienen que ver con temas de familia, matrimonio homosexual o el aborto, nunca sobre temas de derechos humanos), pero siempre tendrán que pasar el tamiz del Congreso y la lupa muy fina de la prensa, con la apertura de todo su historial público y privado. Los jueces de la Corte Suprema duran hasta la muerte, o el retiro por vejez extrema o enfermedad. Por eso se mantiene el equilibrio partidista dentro de la Corte con ligeras modificaciones en la balanza por cortos períodos de tiempo.
Pensadores como Alexis de Tocqueville, y en el siglo pasado Barrington Moore, atribuyeron a este sistema de justicia el éxito de la democracia en los Estados Unidos.
Ese sistema los había mantenido “libres de temor”. Es una paradoja que se diga ahora que ese sistema está siendo imitado en el Ecuador.
Lástima que el poder no haga fe de erratas.