Un jueves con dos versiones

El presidente del Ecuador, Rafael Correa, pasó el jueves último en la universidad de Yale, dialogando animadamente y pronunciando una conferencia, en pos de ganar unos puntos más en su marco de "campaña total" y planeando el próximo viaje a Barcelona y al Vaticano. Anunciando, además, sus planes tecnológicos y educativos. Aceptando, de pasada, un préstamo del exodioso Banco Mundial y denunciando que requiere más ingresos pero con la expectativa de obtener oportunamente buenos réditos. Sin dejar de lado la confrontación que tanto le agrada y los codazos antiprensa. Sumando todo para dar la idea de un gobernante que vive los problemas normales y que sueña con ganar 5-0 en una jornada electoral próxima. No faltan voces que le aconsejan no excederse en el gasto público y otras que murmuran sobre una posible baja del petróleo, algún día. Pero el Jefe saca pecho y fustiga a los molestosos.

El jueves fue muy diferente para su buen amigo Nicolás Maduro. En Venezuela llegaron a 40 los muertos y a 600 los heridos, luego de dos meses de choques con grupos opositores. Ese día fue muy especial. Se realizó en el Palacio Miraflores un diálogo de paz sin precedentes entre representantes del Gobierno y la oposición. Se inscribieron 22 oradores y los discursos fueron transmitidos en cadena de prensa y radio tanto en el país como en algunos medios extranjeros. El presidente Maduro, por supuesto, abrió el acto, formulando acusaciones a la feroz oposición y reiterando que se ha visto obligado a defenderse porque si se portaba débil le ponían de patitas en la calle.

El caso venezolano da la idea de que Maduro está fallando pero también recibió una herencia muy difícil de su ídolo. El comandante Chávez fue sin duda, un personaje interesante, quien -entre otras cosas- consta como el inventor de la revolución del siglo XXI, con reelección y todo. Carismático, sin duda, pero se pasó de generoso en pro de aumentar su liderazgo. En sus dos últimos años se complicó el panorama económico por su enfermedad y la dura jornada electoral.

El jueves se escuchó con todo detalle la desastrosa situación de la economía venezolana. Es una crisis total, aparentemente absurda en un país superpetrolero. Con una de las mayores inflaciones mundiales, con precios altos, con escasez en los mercados, con el 96% de los ingresos provenientes del oro negro, con el segundo puesto global en inseguridad, con todo lo feo y lo malo que se pueda pensar. Una parte de la oposición va a colaborar para la recuperación. El resto va a seguir desfilando por las calles. Henrique Capriles no consta entre los furiosos pero se está jugando su futuro. El cree que es hora de contribuir a bajar los ánimos. Otros están resueltos a seguir en la lucha, aunque hay la posibilidad de que el mando caiga en las manos de Diosdado Cabello o de un militar. Qué triste panorama.

El nivel de las intervenciones fue bueno, en general. Se acordaron nuevas reuniones desde el martes. "Si esto no cambia, explota", cerró Capriles.

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