¿Por qué, aquí y ahora, Montalvo?
He leído a Juan Montalvo, nacido el 13 de abril de 1832, a lo largo de los años, desde mi adolescencia, con enorme provecho: me he beneficiado de su erudición para guiar mis lecturas, he disfrutado de su estilo apasionado y directo y he gozado con su bello manejo de nuestro idioma, su “segunda religión”, según afirma. Después de la difusión de ‘Juan Montalvo por él mismo’, un trabajo de recopilación nacido de esas frecuentes lecturas, me han preguntado por qué he publicado, aquí y ahora, un nuevo libro sobre el gran ensayista ambateño, sin duda nuestro más importante escritor del siglo XIX. No sé qué sentido pueda tener esa pregunta. ¿Acaso significa que debemos olvidarnos de su vida ejemplar y de sus obras?
La obra motalvina ha sido convertida en un tópico. A pesar de que se cita a Montalvo con frecuencia, de que algunas de sus frases han sido transformadas en lugares comunes de discursos en actos políticos o en celebraciones cívicas, sus libros no son ni publicados ni leídos: es un desconocido, en especial para los jóvenes. Los textos que he recopilado nos dejan una idea muy clara -tal vez rectificando viejos prejuicios- sobre su vida, sus ideas y su lucha. Nos acercan a un Montalvo vivo: aquel que con la belleza de su estilo y la hondura de su pensamiento todavía nos sensibiliza, nos instruye y nos guía y, sobre todo, en estos días de estulticia y vacuidad innoble, nos incita a reflexionar, nos inspira o nos condena.
¿Por qué, aquí y ahora, Juan Montalvo? Quizás por mi convicción de que la lectura de su obra y el ejemplo de su vida, en los dolorosos días que padecemos, son más necesarios que nunca: los males contra los que luchó -la tiranía, la violación de las leyes, los abusos del poder, la mediocridad, la corrupción, la mentira, la adulación y el servilismo-, siguen imperando, y los principios que defendió y practicó -la defensa de la libertad y la búsqueda de la justicia y el progreso, la honestidad y la verdad, el honor y la dignidad-, esenciales para toda sociedad, han sido relegados. “Todo el mundo sabe que yo soy un tigre -escribía-, y que, como tigre, tengo derecho para comerme a los pícaros y los tontos”.
Montalvo fue siempre consciente de su responsabilidad como escritor. Empeñado en estudiar y aprender nuestro idioma, defendió, “con el arma al brazo”, el respeto a la “lengua pura, lengua clásica”. Entonces, el libro es también una nueva oportunidad para disfrutar en los textos de Montalvo, en forma fácil y sencilla, de la bella lengua española, actualmente manipulada y deformada por periodistas, académicos, políticos, legisladores, jueces y una burocracia insustancial y pedestre. La tendencia al irrespeto, el manoseo y la distorsión del idioma, antes que un afán de renovación y actualización, expresa, en mi criterio, ignorancia y facilismo, y es, en esencia, una prueba fehaciente de nuestra falta de identidad.