El rasgo principal de la ideología de Nixon no eran los postulados de la derecha – la potenciación del capital como motor clave del ingreso nacional, el desmantelamiento de mecanismos de redistribución de riqueza y la liberalización del sector financiero se dieron después, con Reagan, en los años ochenta -; la clave para entender el 90% de las políticas de Nixon es que para él el poder era un fin en sí mismo. Trabajaba con una espiral nefasta, sus obras tenían por objeto no el incremento del bienestar sino la generación de votos y nuevos apoyos políticos, los que a su vez le daban más poder en nuevos Estados, lo que a su vez era una palanca para la búsqueda de más votos.
Si todo se supedita a la acumulación de poder (pasando a segundo plano la democracia, bienestar, justicia, etc), el escándalo de Watergate se entiende mejor. Nixon redirigió los servicios de inteligencia, enfocándolos al ámbito interno del país. Había que espiar a los opositores y a los activistas, más que a las amenazas externas.
Priorizar la acumulación de poder es contraproducente; no hay límites a las barbaridades (ilegalidades, deudas, etc) que se pueden hacer para conseguir el fin. Pero Nixon terminó de destruir su memoria con un hecho posterior a su mandato. En la célebre entrevista con Frost, dijo que si un acto es ilegal, no es ilegal si lo hace el presidente. Cosa que equivale a decir que el presidente está por encima de la ley, por encima del bien y el mal.
El rasgo principal del discurso de Trump no son los postulados de derecha, ni de izquierda, ha defendido y atacado el vínculo del país con el Banco Mundial y el FMI, etc. Para entender el discurso público de Trump hay que tener en cuenta su egolatría. No acepta ningún tipo de críticas de la prensa, a pesar de pertenecer a una cultura cuyo respeto a la libertad de expresión es elevadísimo. Durante su campaña prohibió a ciertos medios cubrir sus eventos, y les acusó de ser “la peor clase de seres humanos”. Solo en las últimas dos semanas – desde que ganó la presidencia – ha tenido múltiples conflictos, incluyendo con Saturday Night Live, los informativos de CNN, incluso con un musical donde los actores pidieron al Vicepresidente electo trabajar por todos los americanos.
Pues Trump – al igual que Nixon – está sobre la ley. Al hablar sobre el conflicto de intereses generado al administrar todavía sus negocios a la par que las primeras gestiones relativas a la presidencia, dijo: “La ley está en mi lado, el Presidente no puede tener conflictos de intereses.”
No creo que sea necesario alargar el artículo para explicar a Correa. ¿Cuáles son los principios que guían las acciones de nuestro Presidente? ¿Está sometido al imperio de la ley, o hace lo que le plazca? Y, lo fundamental, ¿estamos los ciudadanos listos para cambiar?