Juan Esteban Guarderas
Es entendible que las imágenes del conflicto israelí-palestino estén revolviendo estómagos alrededor del mundo. Los hospitales destruidos, los niños y demás civiles muertos,… deben causar indignación. ¿Pero dirigida contra quién?
En las redes sociales –de manera abrumadora y casi sin matices– se acusa al Gobierno de Israel de ser el monstruoso culpable del desangre del pueblo palestino. Pero si un territorio está gobernado por una tiránica organización terrorista, ¿dónde está la causa de la desgracia del pueblo?
En el preámbulo de la constitución de Hamas de 1987, se lee: “Israel existirá… hasta que el Islam lo oblitere” y llama a todos los musulmanes a una guerra santa contra los judíos. Los preceptos que invocan el progreso o bienestar de la población palestina son muy escasos –claramente lejos de ser la prioridad del movimiento– y cuando los hay estos están íntimamente vinculados a la aplicación estricta y extrema de la moral y las normas de convivencia del Islam. ¿Qué progreso, qué mejoras sociales se pueden esperar de ese Gobierno?
Los fondos internacionales que Palestina recibe son “diligentemente” utilizados por Hamas para su objetivo principal, dejando de lado las necesidades apremiantes de la población. Pero, ¿con cuánta frecuencia vemos indignación colectiva o reclamos en redes sociales contra la miseria que impone ese Gobierno a su propia población?
Es como si el mundo se hubiera acostumbrado al extremismo islamista del Gobierno palestino, al punto que este ya no asombra a nadie, ese radicalismo se normalizó. Todo el mundo está consciente que si las fuerzas islamistas tuvieran un poderío militar superior al de Israel, desvanecerían al país en su primera oportunidad; pero se espera que Israel sea tolerante con esos militantes y trate al gobierno de Hamas con deferencia y cordialidad.
En cuanto a la muerte de civiles, Hamas se sirve recurrentemente de escudos humanos; tanto sacrificando a la población como medio de protección ante ataques, cuanto usando infraestructura civil –como escuelas y hospitales– a manera de centros de disparo de cohetes y almacenamiento de municiones. Respecto a la primera forma, recientemente se divulgó un video en donde el portavoz de la organización, Sami Abu Zuhri, realza la estrategia del sacrificio de la gente. Respecto a la segunda, este fue el caso de las escuelas manejadas por la ONU (Unrwa), que tras su cierre por el conflicto y la salida del personal fueron aprovechadas por Hamas, o una clínica en Khan Yunis que escondía un túnel secreto para infiltrar combatientes a territorio israelí.
No quiero decir que Israel esté exento de toda culpa –ningún artículo serio podría decir tal cosa– pero claramente hay un tremendo desbalance entre los achaques e indignación pública dirigida contra Israel y lo merecido por Hamas.