Hablar de los jóvenes y de manera especial de los estudiantes siempre será importante aunque no sea nuevo. Es un tema recurrente. Sin embargo, daría la impresión que están ausentes de los problemas nacionales, al igual que la universidad ecuatoriana en general, salvo honrosas excepciones, que debiera ser el escenario preferente de debates permanentes de los grandes problemas nacionales, regionales y mundiales. Hay tantos temas de coyuntura que merecen pronunciamientos de los jóvenes.
No se trata de lanzar piedras ni atentar contra los bienes públicos ni privados. Siempre, a esa edad, habrá efervescencia, pero ese no es el procedimiento correcto de alterar el orden público e irse contra el ordenamiento jurídico, que debe ser respetado por todos, gobernados y gobernantes. Tampoco se puede ir al otro extremo, de la desconexión con los problemas actuales. A veces más importa ir luego de clases a una discoteca, a un bar o a la calle Foch cuando los estudiantes están llamados, además de la diversión a la que tienen derecho, a conectarse y enterarse de los problemas nacionales, a debatir, a pronunciarse y si es del caso protestar con respeto pero con firmeza si existen motivos, pero con propuestas. Por ello, el gran escritor Juan Montalvo en una de sus magníficas obras –Las Catilinarias- decía bien: desgraciados los pueblos donde la juventud no se rebela y los estudiantes no hacen temblar la Tierra.
Es la hora de tomar conciencia en medio del desinterés y hasta el temor mayoritario, en un momento en el que se han alterado los valores, en el que el celular, el facebook, el iPad y otros sistemas alternativos que funcionan al instante, todos valiosos si son bien utilizados y si se piensa en función del país, del bien común, del interés general y del futuro generacional porque serán ellos los que tendrán que enfrentar y cosechar lo que se siembra ahora. Existe un problema serio de falta de lectura, indistintamente de las carreras, cuando la autopreparación y la cultura general son fundamentales en la formación de un joven.
La universidad también tiene una enorme responsabilidad con el país. No puede estar aislada de la realidad de crisis, de la falta de instituciones sólidas, de la ausencia de una auténtica democracia y porque la transición se pretende extenderla no se sabe hasta cuándo. Cierto es que hay centros de educación que sí están conectados con la realidad, que hacen foros y debates sobre hechos de actualidad, que interactúan interna y externamente, pero esa ha sido casi la excepción y no la regla general de las cerca de 70 universidades y politécnicas. Daría la impresión de que estudiantes y universidades están fuera de juego, viviendo otra realidad y tienen que estar conscientes de la corresponsabilidad que tienen con el presente y el futuro del Ecuador.