Han pasado a ser motivos de frecuentes consultas con especialistas del campo psiquiátrico las conductas de numerosos adolescentes caracterizados por un uso abusivo de los medios tecnológicos existentes hoy en muchos hogares, como la PC, el celular y las tabletas, entre otros.
La adhesión a la que llegan algunos niños y jóvenes en esa práctica alcanza un nivel adictivo, ya que llega a ocuparles más de la mitad del día, tiempo en el cual permanecen conectados largamente, dedicados a la emisión de diversos tipos de mensajes y a chateos interminables.
En ese proceso se sacrifican la sintaxis, la gramática y la ortografía, en beneficio de la fonética y la velocidad de la comunicación. Ese empobrecimiento del idioma que, para los mayores, suele no ser más que una jerga, la nueva generación lo siente, en cambio, como un nuevo lenguaje, que emplea con orgullo por las dificultades que tienen los adultos para comprender esa forma de escribir. Así lo ha comentado con acierto y una cuota de humor un especialista de la lengua como Pedro Barcia.
Lo que resulta inquietante de la exagerada dedicación a la PC y medios afines por los chicos no se funda únicamente en el desproporcionado tiempo que invierten en ellos, sino porque ese hábito posee una cualidad propia de las actividades compulsivas: el sujeto no puede dejarlas, aunque lo desee, aunque esté cansado y sienta que el aislamiento en que se refugia lo daña y que no salda las deudas del cumplimiento de sus obligaciones.
Ese comportamiento perturbado se ha observado en jóvenes de distintas naciones y continentes, y preocupa tanto en Corea y en China como en los Estados Unidos y Canadá. No asombra entonces que también crezca entre nosotros cierta alarma, ya que, en los últimos años, ha aumentado el número de pacientes de esta adicción que, además, es causa de conflicto en las familias y en las escuelas.
Según el criterio de psiquiatras que siguen con atención el problema, la adicción comentada posee raíces semejantes a otros males de condición compulsiva.
Está claro que se ha puesto de relieve una cuestión nueva en la formación y educación de los hijos, que posee un aire de dilema, pues en la enseñanza actual resulta indispensable el dominio de la computación, a fin de hacer de ella un buen uso en el estudio y en el trabajo. Simultáneamente, sin embargo, se percibe el riesgo de que los chicos caigan en hábitos adictivos. Esa preocupación puede estar en latencia también en el ánimo de los docentes.
Unos y otros, padres y profesores, tienen que ocuparse de que el aprendizaje y la práctica de esta técnica se desarrollen por un cauce positivo. Es indispensable saber equilibrar los tiempos que los jóvenes dedican a las obligaciones familiares, al estudio, a la práctica de habilidades como la computación, al desarrollo de la vida social y cultural, al juego y al deporte. No es fácil, pero es posible como misión de los padres.