En una reciente reunión, un amigo afirmó que, para él, solo motivan a los seres humanos el dinero, el poder, y el sexo.
Oír eso me trajo al recuerdo al almirante que había reunido a los oficiales de una unidad naval perdida en medio océano y, señalando un sitio en la carta náutica que tenía sobre una mesa, había dicho: “Si este puntito en el mapa es una isla, estamos salvados. Si, al contrario, es excremento de mosca, estamos perdidos.” Propongo yo, por analogía, que si una mayoría de nosotros piensa que solo el dinero, el poder y el sexo nos mueven, estamos efectivamente perdidos, pero si a esa limitada lista una mayoría de nosotros agrega los sentimientos del amor, la amistad y la lealtad, y agrega además creencias constructivas, nobles ideales y decentes principios, tenemos al menos alguna esperanza de salvación, como la tiene un grupo de náufragos varados en una pequeña isla.
Acabo de asistir, con toda nuestra familia, al sepelio de la madre de mi esposa, quien fue mi segunda madre y a quien amé y amo con toda la devoción con la que un hijo agradecido ama a una madre maravillosamente generosa, a una bella fuente de luz, de amor y de bondad. Fue esposa de médico, y trabajó incansablemente al lado de él en la atención de sus pacientes. Estuvo siempre devotamente pendiente, no solo de sus hijos, nietos y bisnietos, sino también de sus tías y tíos, hermanos y hermanas, sobrinos, amistades, colaboradoras y allegados de toda la vida. Fue fundadora de una institución de beneficencia dedicada al cuidado de los ancianos -“mis viejitos” los llamaba, aún cuando eran diez, veinte o más años menores a ella- y siguió trabajando en esa generosa labor, a los 91 años de edad, hasta hace pocos días. La hemos despedido acompañados de una multitud de parientes, amigos, vecinos, conocidos y “sus viejitos”, quienes expresaron su aprecio, admiración y afecto, y nos llenaron de calor y de cariño.
Puedo comprender la profunda decepción de aquel amigo, a quien cito al comienzo de este artículo, ante la abrumadora decadencia moral que estamos viendo y viviendo en Latinoamérica, y en tantos otros lugares del planeta. Él decía que todo a nuestro alrededor es corrupción, falta de vergüenza, podredumbre. Le invito a considerar que eso no es todo lo que nos rodea: también nos rodea bondad, decencia, el sano intento por generar cambios. Y que si no a todos, al menos a muchos no nos mueven solo necesidades básicas e instintos primitivos: nos mueve mucho más.
Es importante no dejarnos llevar por ilusiones falsas. Pensar que nuestra sociedad será pronto un paraíso bajo el mando de un apropiado salvador de la patria es una falsa ilusión. Pero no lo es pensar que existen motivaciones y sentimientos nobles, que podemos desarrollar y estimular. Es el bello legado de mi amada segunda madre.