Con iras recibieron sus derrotas los gobernantes de Venezuela y Argentina. Pero la segunda parte fue muy diferente.Cristina Fernández se marchó a su recinto luego de recibir muchos aplausos y de pronunciar dos discursos dirigidos a una multitud de partidarios. Por cierto, hizo algo más. Se dio el gusto de no asistir a la posesión del nuevopresidente, el odioso -para ella- Mauricio Macri, anunciando que seguirá transitando por los senderos de la política.
Las iras venezolanas fueron muy diferentes. El dúo Maduro-Diosdado dio la impresión de que aceptaba democráticamente el garrotazo electoral pero luego se lanzó al ataque. Hizo algo más. Desató una “guerra de poderes” cuyo futuro es una amarga incógnita que amenaza con impulsar el desastre venezolano, cada día más notorio y grave por donde se lo mire.
Macri vivió horas sabrosas pero rodeadas de meditaciones inquietas. Bailó con el triunfo. Asumió con entusiasmo el mando de un país que antier fue potencia económica y hoy afronta problemas que van a pesar en sus cuatro años de gobierno. Fue muy aplaudido en sus intervenciones. Asumir el mando, de la mano de su guapa esposa, fue un suceso inolvidable. Cristina le dio malos momentos, pero se despidió. ¿Qué le espera?
Inicialmente, en sus proclamas de candidato, anunció que el 11 de diciembre, un día después de su juramento presidencial, rompería el “cepo” y cambiaría el panorama económico, fijando un solo precio para el dólar. Pero luego aceptó que el panorama era complejo y cada paso debía ser muy meditado. Además, el Congreso tiene mayoría kirchnerista.
Bajó el tono y dio un paso interesante. Dialogó con sus dos rivales en la lucha por la Presidencia, Daniel Scioli y Sergio Massa, postergó varias decisiones, dijo que era la hora de la unidad dando paso a nueva evaluación del panorama, aunque reiterando que no está con el presunto izquierdismo peronista. Pero sí con un centro-derecha innegable. Hasta podría algún rato firmar un Tratado de Libre Comercio con Obama.
En el caso venezolano hubo rumores -y hasta una publicación periodística en España- afirmando que las Fuerzas Armadas no aceptaron las sugerencias de un golpe de Estado que impida el amplio triunfo de la oposición. No se dio paso a una confirmación. Pero el Alto Mando apareció felicitando al pueblo venezolano por su comportamiento democrático al concurrir masivamente a las urnas. La aceptación de Maduro tras la proclamación de los resultados también fue bien vista, aunque no faltaron las acusaciones. Muy pronto, sin embargo, Maduro y Cabello lanzaron la ofensiva, fustigando a la próxima Asamblea, descartando aceptar un decreto de amnistía, ascendiendo a la jueza que dictó una sentencia absurda contra Leopoldo López.
Declarando una guerra a los vencedores, según una interpretación. En todo caso, complicando el panorama y negando las atribuciones que concede la Constitución a un grupo político que llega a tener 112 asambleístas por 55 del rival. Es decir, alterando la normalidad en un país sumido en la super crisis.