Como en la TV, nos dirigimos a más violencia y acaso una guerra sin fin. No es garantía de éxito que los países más poderosos en armas, economía y conocimiento intervengan con el Ejército, pues ahora el odio se consolida, tiene justificativos y voluntades para que las políticas racionales no pesen, sino la venganza o el encerrarse en sí mismos, negando el derecho a la existencia del “otro”.
Este nuevo tribalismo, esto de encontrarse entre “nosotros” (los miembros de la tribu, por el color, “raza”, religión, condición social, pasado), hace del “otro” el enemigo inadmisible, solo valido si desaparece.
Es imposible no indignarse ante la muerte de inocentes, también vivir el miedo, escondido en los adentros. Los “otros “ dirán que así mismo debían sentirse los que estuvieron bajo las bombas de los poderosos ahora amenazados, “ahora les toca vivir también el desastre”. Es la venganza: “que paguen”, ayer nos agredieron. Nuevos inocentes pagan ahora por la muerte de otros inocentes.
Atentado tras atentado, crece la polarización de rechazos, con amenazas, miedo, destrucción de valores y principios, para construir el odio y la nueva venganza pensando así darse protección.
Con los recientes atentados de Bruselas, a diferencia de París, los racistas discursos de la extrema derecha ganan adeptos, para frenar el “mal” casa afuera y casa adentro con los hijos de los migrantes que se integran mal a su sociedad. Cuentan con desmontar leyes y políticas que los integraban; más bien controlarlos y limitarlos. Esta discriminación legitimada, a los tribalistas del “nosotros” les reconforta en su odio, a lo que los “otros” responden con lo mismo. Casa adentro, así se construye la justificación de venganzas.
Esta no-paz destruye los valores que construyeron igualdad y protección, pues van juntos, o integración y pluralismo que incrementaban calidad de vida y convivencia. Ahora es el llamado a romper la convivencia queriendo sacar la amenaza y miedo interno gracias a la venganza.
El nuevo atentado legitima a la extrema derecha como alternativa. Ya es consenso la idea de orden y de reforzar el control, inteligencia, policía, militares. Cada cual ya se ve en guerra, “inevitable”. Pero el enemigo es difuso, puede ser del barrio, el migrante que ayer era de confianza. Ya no solo los yihadistas sino los árabes en general y su religión de ‘guerra santa’. Esto podría llevar a que se vaya a intervenir con soldados en el terreno en Oriente Medio.
Sabemos que la guerra no es solución. Tampoco la paz de ángeles, sino una construida con más sociedad y convivencia, no solo con la necesaria seguridad de la vigilancia.
Pero lo más complicado es desmontar este estado de espíritu belicoso que autodestruye desde adentro y lleva a la violencia armada antes que vivir en la zozobra.
La paz empieza cuando la violencia no tiene sentido de ser, ni la propia ni la ajena.