Fiesta y disputa de orden

Las comunidades de “arriba” y las de “abajo” se disputan en la tradición de facciones o “partes” que caracteriza a los pueblos andinos, pero la animosidad con que ahora los danzantes se enfrentan en Cotacachi la han convertido en lógica de guerra y de enfrentamiento violento.

Hasta la música se vuelve secundaria, antes alma de la fiesta, ahora priman el paso marcial y los gritos de animosidad. En este 2014, la plaza de Cotacachi estaba llena de policías, varios antidisturbios. El sábado, mayores y jóvenes bailaban en la plaza disputándose el espacio hasta medianoche, daban valor a la música sin abandonar sus gritos de afirmación belicosa y enfrentamiento que el domingo se incrementó.

En Cotacachi la fiesta es primero y ante todo de hombres, las mujeres son excepción. Cotacachi y su lógica de enfrentamiento merece explicaciones finas. No basta indicar que los mitos preincaicos, peruanos y bolivianos, de ofrecer sangre a la tierra para su renacimiento, hayan sido revalorizados ahora.

No hace mucho, se vivía esta disputa simbólica en la plaza, sin ir al tipo de enfrentamiento y de verdadero ritual de guerra actuales, con armas incluidas. ¿Qué implica esto para los jóvenes rurales o semiurbanos de la zona? ¿Qué están viviendo para llegar a ello? ¿Hay nexo con la creciente “colombianización” de negocios o del narcotráfico ahí? ¿La competición que el cantón vivía ante Otavalo está por algo? Ya no son poblaciones solo campesinas, los procesos de cambio acelerado que conocen conllevan cambios de vida, visión, proyectos de futuro no siempre exitosos. ¿La política fue su esperanza, ahora lo es?

Hay contraste con la alegría festiva de Cayambe y de la Cordillera Oriental, en donde predominan música, baile y canto definido por las mujeres que hacen del sarcasmo de sus amores e ilusiones una sonrisa a la vida, un guiño a la evocación de nuevos destinos.

Sin embargo, en Cayambe hay la intención municipal de controlar y encaminar la fiesta. Hace años, en un camión inmensos parlantes impusieron un ritmo para que todos atrás lo bailaran; ahora ante una tarima con “autoridades”, cada grupo presenta sus habilidades.

Lógica de orden que destruye lo medular de la fiesta: hacer suyo el espacio urbano y convertirlo en festivo con sus ritmos, cantos y expresiones. En Cayambe se ha recreado con las “autoridades” el ritual del pasado de encuentro con el hacendado, el ritual festivo en homenaje a este y de consentimiento de éste de la festividad. Qué difícil es cambiar la dominación y aprender la simple ciudadanía.

Orden y festividad se han disputado en todas partes. Orden y desorden sociales se expresan en los rituales festivos. Cotacachi quiere anular el orden con la confrontación; Cayambe un orden impuesto quiere encarrilar la fiesta. Nos figuran uno de los dilemas entre ruptura y orden. Exceso de orden convoca al desorden o a la ruptura, las fiestas nos lo recuerdan.

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