César Milani está detenido en La Rioja, Argentina. El 3 de julio de 2013 la entonces presidenta Cristina Kirchner le honró como jefe del Ejército en medio del fasto que rodea a las ceremonias castrenses.
Lo hizo pese a las denuncias en su contra desde la dictadura militar. Organismos de derechos humanos lo asociaban con crímenes de lesa humanidad. Milani, era el primer militar cuestionado que recibía un ascenso. Era experto en tareas de inteligencia.
Los cargos por los que debe responder el general Milani son de tortura. También tiene denuncias por la desaparición del soldado Alberto Ledo en 1976. Y por el paradero de Pedro Adán y Ramón Alfredo Olivera.
Además hay presunciones por malversación de caudales y enriquecimiento ilícito.
Y además se le menciona como encubridor en la causa que se sigue por la muerte de Alberto Nisman, que sigue en etapa procesal. El fiscal, asesinado en el lujoso barrio de Puerto Madero de Buenos Aires, investigaba la trama del Gobierno de Kirchner, los turbios acuerdos con Irán y el trasfondo de las muertes por atentados terroristas en la Asociación Mutual Judía (AMIA).
Cuando el periodismo argentino ventilaba denuncias que pesaban sobre Milani, las abuelas de la Plaza de Mayo lo defendieron. La organización cobijada en el manto humanitario fue salpicada por supuestos oscuros manejos de millonarios fondos y otros episodios extraños (ver caso Schoklender).
Las Abuelas, como antes las Madres de la Plaza de Mayo, abrazaron una causa justa y humanitaria en los primeros años por los desaparecidos durante la dictadura en uno de los episodios más dolorosos de los que tenga memora el continente y dieron una lucha indispensable. Pero en los últimos años su labor proselitista en pro del populismo llegó a límites rastreros que desviaron sus propósitos para ponerse al servicio del poder kirchnerista. El caso Milani, una mancha más al tigre del salpicado período del Frente para la Victoria.