Secuestro, levantón, desaparición o lo que haya sido, el caso es que el ataque perpetrado contra Diego Fernández de Cevallos en su finca La Cabaña el 14 de mayo, ha calado hondo en la opinión pública. No es para menos: es un personaje de alta relevancia de la política.
Recordemos que el antiguo sistema político se basó en la hegemonía del partido oficial y la presencia marginal de tres institutos políticos, es decir, el Partido Popular Socialista (PPS), el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) y el Partido Acción Nacional (PAN). Esa fisonomía comenzó a cambiar con la reforma política de 1977 que permitió el ascenso de otros partidos a la vida institucional, fundamentalmente de izquierda. Fue así como, para las elecciones de 1988, se pudo formar el Frente Democrático Nacional que postuló a Cuauhtémoc Cárdenas como el candidato de la izquierda unificada a la Presidencia de la República; el abanderado del PAN fue Manuel J. Clouthier. La victoria se le otorgó, oficialmente, a Carlos Salinas de Gortari. Ese momento entró en escena Fernández de Cevallos, miembro del gabinete alternativo de Clouthier como secretario de Política Interior.
Con este paso ocurrieron dos transformaciones fundamentales: de una parte, se dejó atrás el viejo sistema hegemónico para dar lugar a un tripartidismo más competitivo (PRI, PAN y PRD); de otra parte, se modificó la composición de la clase gobernante que se había conformado tradicionalmente con miembros del PRI. Los panistas, encabezados por ‘El Jefe’ Diego, abrieron el caparazón de la élite en el poder; se incrustaron en ella y allí han permanecido. Desde entonces se habla, despectivamente, del PRIAN y de las concertaciones; pero la verdad es que la política del país se modificó. Fernández de Cevallos contribuyó a este desplazamiento del eje del poder político: fue coordinador de los diputados de su partido en la 55 Legislatura (1991-1994), candidato a la Presidencia de la República (1994) y, posteriormente, coordinador de los senadores blanquiazules (2000-2006). No hay que negarle méritos: fue uno de los artífices de la transición a la democracia.
Paradojas del destino, creo que a Diego le fue mejor cuando estuvo el PRI en el Gobierno que cuando los panistas ascendieron a la Presidencia. Se sabe de diferencias que tuvo con Vicente Fox y de su distanciamiento de Felipe Calderón. Aunque permaneció como miembro de la clase política, en los últimos años fue relegado, por las luchas de poder al interior del PAN, a segundo plano.
Hoy, desafortunadamente, se encuentra entre las víctimas de la violencia que azota al país. Ojalá y aparezca sano y salvo con su puro en mano.