Estas denominaciones se originaron en los días de la Revolución Francesa. Fue por razones simplemente espaciales. En la Convención de 1792 tomaban asiento en el lado izquierdo de la sala los diputados jacobinos, muy radicales e intransigentes, que anhelaban llevar los postulados revolucionarios hasta sus últimas consecuencias; y hacia la derecha estaban los girondinos, de ideas moderadas, que sostenían la transigencia entre los postulados de la revolución y algunas de las instituciones del viejo régimen.
En el curso de las discusiones se señalaban unos a otros como “los de la derecha” o “los de la izquierda”, designaciones que pronto adquirieron significación ideológica, atentas las ideas que los grupos sustentaban.
Fue a partir de aquel episodio que la palabra “izquierda” empezó a designar a quienes, en un lugar y tiempo determinados, favorecen el cambio social; y “derecha”, a los que defienden la sociedad tradicional.
Aquí va envuelta una concepción del mundo: una cosmovisión.
Hay una izquierda autocrática y otra democrática, dependiendo de sus miramientos a la libertad y a los derechos humanos. Unidas por su común vocación de eliminar la marginación, la concentración del ingreso, los privilegios y desigualdades, ellas se separan porque la una busca la equidad económica entre cadenas y la otra cree en el poder fecundante de la libertad y no admite la organización social montada sobre el desprecio al ser humano. Y, al frente, hay una derecha “conservadora” y otra “reaccionaria”, según pretenda mantener el orden social imperante o intente volver hacia atrás: a buscar en las experiencias del pasado las fórmulas para afrontar la realidad presente.
Planteadas así las cosas, el denominado “centro”, como punto equidistante entre las dos posiciones, es conceptualmente absurdo. El “centro” es un punto muerto: es el inmovilismo ideológico y político.
Hay quienes dicen que la tipología izquierda-derecha es “obsoleta” o “pasada de moda”. J. A. Primo de Rivera, el fundador de la Falange Española en 1933, fue uno de los primeros en repudiar esta clasificación ideológica, de la que dijo que era una “división superficial”. Pero hace varios años Maurice Duverger denunció la falacia: afirmó que en Francia nadie admite que es de derecha“y el mejor medio para disimular que se pertenece a ella es negar la oposición misma de la derecha y de la izquierda”.
En la nueva dinámica de la vida social —contenidos nuevos de la democracia, desarrollo humano, globalización, papel del mercado, informática y robotización en las tareas productivas, ingeniería genética, bioética, control de la fecundidad, cuestión medioambiental, droga y otros— han brotado nuevos puntos de discrepancia entre las derechas y las izquierdas porque estos son conceptos sometidos a las condiciones de espacio y tiempo.