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Izquierda iliberal

El mayor desafío para la 'revolución ciudadana' en este 2014 será el escapar a su caracterización de ser expresión de una izquierda iliberal, esto es, de una izquierda comprometida con la conculcación de las libertades y con la reducción de los derechos, que en cambio, dice defenderlos en las retóricas declarativas, de la cual está plagada la misma Constitución, pero que aparece repetida hasta el cansancio en la interminable 'estrategia mediática' del Régimen.

Si se revisan los 'logros' en materia de institucionalidad, alcanzados en el 2013, todos apuntan a la vulneración de derechos y libertades.

La Ley de Comunicación, por ejemplo, cuya vigencia tiende a convertirse en incentivo para la autocensura de los medios y para la banalización de la comunicación, donde desaparece el debate de ideas y de posturas que solamente puede aflorar en el marco del pleno derecho a la libertad de expresión.

Esta operación se complementa con la emisión del ya famoso Decreto Presidencial 016, que conculca el derecho a la libre asociación y se dirigen a eliminar todo atisbo de autonomía de las organizaciones de la sociedad civil, a impedir que estas puedan observar los procesos decisionales e incluso coparticipar en la gestión de lo público. Toda retórica participativa aquí encuentra su radical desmentido.

Pero no se trata de cuerpos legales aislados, por lo cual alguien podría sugerir que son extravíos totalitarios de algún sector rezagado del movimiento; todo indica en cambio que estos aparecen como piezas de un entramado más complejo y articulado, que obedece al núcleo mismo del programa político de la 'revolución ciudadana'. Lo demuestra la aprobación, ya al finalizar el año, del Código Integral Penal, donde se termina de sancionar la lógica del 'vigilar y castigar', una construcción semántica célebre en la formulación de Michel Foucault que fuera rescatada como bandera de crítica de las izquierdas modernas a todo atisbo de construcción totalitaria del poder; aquí aparece como realización del mismo poder, hábilmente operada por los funcionarios revolucionarios.

Lo que olvidan los funcionarios de estas revoluciones es que la izquierda nació liberal y luego, por una suerte de desvaríos históricos, devino en poder totalitario. La izquierda apareció en el seno de la Revolución Francesa y lideró el destronamiento de los poderes autocráticos de las monarquías absolutas europeas.

Por tanto, las grandes conquistas emancipadoras frente al poder autoritario deberían ser asumidas como propias por la izquierda moderna; entre ellas, dos pilares básicos: el principio de igualdad ante la ley como construcción abstracta que protege los derechos universales de la persona, y el principio de la división e independencia de los poderes públicos; ambas conquistas dispuestas para evitar la sujeción de la sociedad a la arbitrariedad del poder.