La izquierda que nos corresponde

Los articulistas de opinión, como es mi caso, responden a una decisión que va más allá del miedo a que le caiga el mundo encima. Pensar, procesar y luego expresar las ideas que surjan es propio de la naturaleza humana, y de ahí que los riesgos queden atrás. No se nos escapa que también al prójimo le asisten iguales imperativos y, por tanto, nos asignamos tan solo una parte de la verdad. Es una de las limitaciones del derecho a la libre expresión tanto más que, demonios y ángeles de por medio, eso de opinar no es precisamente un acto de santidad, responde a la circunstancia de cada cual.

Ateniéndome a lo señalado se me dio por pensar que en las confrontaciones políticas en la que nos hallamos, contienda entre ciegos y sordos, se justificaba una aproximación a lo que debía entenderse por izquierda: sus banderas de lucha. Lo dicho en el entendimiento que no podemos volver a ser esa “isla de paz” (un verdadero infierno) al que nos condujo la derecha tradicional desde que tenemos memoria.

Se impuso una certidumbre: llegaremos al camino del progreso, a la convivencia en paz, tan solo cuando bajo los dictados de la razón y la conciencia, con una justicia independiente impere la ley y así hayamos llegado a la justicia social. Empresa generacional. Un pasado de oprobio quedaría atrás.

Si de libertad hablamos como derecho básico del hombre y del ciudadano, la izquierda debería ser la abanderada de una educación de calidad en todos sus niveles. En la modernidad que nos ha correspondido, los esclavos son los que no saben. Para llegar a lo que sí podemos llegar requerimos dominar las ciencias del mar y de la tierra. Así y tan solo así seríamos una potencia pesquera. Así y tan solo así produciríamos por hectárea más que otros países de tierras menos fértiles que las nuestras. Son dos buenos ejemplos.

En estos días vemos cómo de pueblos inciertos, de familias humildes, salen bachilleres con los mejores puntajes en el examen que les permitirá acceder a la educación superior, inclusive en universidades extranjeras. Portento nunca visto ni oído, entre nosotros.

Justicia independiente, “justicia social con libertad”, educación pública de calidad, son las claves de una izquierda que no se compadece, desde luego, con el pensamiento de quienes viven enamorados del subdesarrollo, se refocilan con la sabiduría de arcaicos conocimientos ancestrales y con calificarle al oponente de ‘desarrollista’ ahí se quedan tan panchos.

Quedan claves sueltas, reflejo de mis incertidumbres. Cómo no quedarme absorto: “El que quiere restaurar el comunismo no tiene cabeza; el que no lo eche de menos no tiene corazón” (Putin); “Ser de izquierda no es estar a favor de tal o cual ideología, sino estar en contra del poder, la ejerza quien la ejerza” (Canek). ¿Neocapitalismo bestial postsoviético? ¿Anarquismo del siglo XXI?

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