¡Qué semana y qué navidad! ¡Qué intensidad y qué velocidad de los hechos! Violencia y militarización en Morona Santiago generadas por el avance del extractivismo chino en tierras Shuar en resistencia; inminente cierre, por orden gubernamental, de Acción Ecológica, luego de más de 30 años de defensa del medio ambiente; aceleradas firmas de contratos mineros; aprobación de ley contra universidades de postgrado, UASB y FLACSO, que afectan a las ciencias sociales, a la investigación y al pensamiento crítico; nueva orden de prisión contra F. Villavicencio y C. Jiménez; ley de plusvalía; y un nuevo escándalo de corrupción: presuntas coimas millonarias a funcionarios públicos de la constructora brasileña Odebrecht.
Tremendo aguacero, granizada brutal… nos tomó sin paraguas. La ráfaga condujo a que muchos ecuatorianos informados, experimenten una sensación de irrealidad: “esto no nos puede estar pasando”, de ahogo y vacío, y de estar frente a una descomposición generalizada, de creciente cinismo, locura y violencia. Sensación de caminar al filo del precipicio. Y de ganas que llegue el 19 de febrero para salir del hueco a través del voto.
Sin embargo, al transitar por la ciudad, al ver en el bus las caras ausentes de los pasajeros; al oír en el taxi las conversaciones superficiales y los chistes bobos o cargados de grosera sexualidad, emitidos por radios cada vez más escuchadas en este medio. Al observar el febril consumismo de gente saliendo de los centros comerciales con regalos; al asistir a reuniones sociales dónde con sentimiento verdadero o con hipocresía la gente se desea “buenas navidades”; al observar a jóvenes desconectados con sus audífonos a todo volumen… surgen preguntas: ¿En qué país estoy?… ¿Qué está tras de estas actitudes de aparente alejamiento de la realidad? ¿Será que tal comportamiento es un mecanismo de defensa para no entrar en el tobogán la angustia y de la depresión al constatar la falta de empleo y de sentido de la vida?
A pesar que las fiestas de diciembre, por su efecto narcotizante, siempre fueron utilizadas por el poder para cargar con impuestos o medidas extremas y atenuar el rechazo de la gente… en esta ocasión, la navidad, que por su naturaleza convoca a sacar los mejores sentimientos, será aprovechada por muchos hogares para hacer una seria reflexión sobre lo que vivimos, evocar la necesidad de la paz y el diálogo, enviar solidaridad a los perseguidos, respaldar la autonomía universitaria y la investigación social, desear un modelo alternativo al extractivismo, repudiar la corrupción y exaltar la honradez.
En esta noche buena, a cantar los villancicos, y la canción de León Gieco: “Solo le pido a Dios/Que el dolor no me sea indiferente/Que la reseca muerta no me encuentre/vacío y solo sin haber hecho lo suficiente/…”
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