Los líderes israelíes y árabes se han pasado años advirtiendo sobre el ascenso de un imperio chiita liderado por los iraníes que se extendería por gran parte de Oriente Medio. Ahora que Irán está conectado al Mediterráneo por un corredor terrestre que atraviesa Iraq, Siria y el Líbano, muchos hablan de una reivindicación. Pero el miedo de Irán como un poder hegemónico regional es sumamente exagerado.
No se puede negar que Oriente Medio está plagado de conflictos localizados, muchas veces alimentados por rivalidades entre caudillos. Pero ningún actor regional está interesado en una conflagración de trascendencia. Esto es válido en el caso de Irán, que es incapaz de proyectar un poder militar convencional más allá de sus fronteras.
En verdad, el programa nuclear de Irán estaba destinado a compensar su debilidad militar convencional en un vecindario donde tiene más enemigos que amigos. Sin embargo, al llevar a la comunidad internacional a imponer sanciones paralizantes, el esfuerzo nuclear de Irán terminó minando aún más el progreso del país, impidiendo el progreso tecnológico y la inversión militar.
Mientras tanto, sus enemigos, particularmente Israel y Arabia Saudita, que tienen presupuestos militares mucho mayores, adquirían las tecnologías militares occidentales más avanzadas.
Frente a esta debilidad, el corredor terrestre de Irán, que inspira tanto miedo a sus vecinos regionales, depende de poderes locales poco confiables, lo que lo torna insustentable.
Se suponía que Iraq, un eslabón vital en el corredor, era el feudo chiita incondicional de Irán. Pero poner fin al predominio de las Fuerzas de Movilización Popular (Hashd al-Shaabi), un paraguas patrocinado por Irán de las milicias chiitas, en zonas evacuadas por el Estado Islámico (EI) es una alta prioridad para el primer ministro iraquí, Haider al-Abadi, que cuenta con el respaldo de la suprema autoridad chiita de Iraq, Ali al-Sistani.
La situación en Siria es más complicada, pero no mucho más favorable para Irán que, después de años de respaldar al régimen del presidente Bashar al-Assad, ha descubierto que el verdadero poder hegemónico en la región es Rusia.
Sin embargo, los mayores problemas de Irán en Siria son Estados Unidos e Israel. El primero ha mantenido su presencia militar en el país. Y la poderosa fuerza aérea de Israel nunca permitiría una importante presencia militar iraní en Siria. Los líderes de Irán saben que el riesgo de una guerra allí tornaría vulnerable la infraestructura nuclear del país.
Irán puede ser un estorbo en Oriente Medio, pero no un poder hegemónico. Decir lo contrario, como acostumbran hacer los líderes israelíes y árabes, no hace otra cosa que tornar más factible un conflicto horriblemente sangriento, destructivo y desestabilizador que todas las partes pretenden evitar.