Los Red Hot Chili Peppers están, la mayor parte de las veces, en el negocio del vértigo. En el negocio de la velocidad y de la acción. Casi siempre a caballo entre los territorios del funk y los dominios del punk, la banda californiana ha evolucionado desde el ser meramente conocido por tocar sin camisa hasta evolucionar para convertirse en uno de los referentes obligados de la música contemporánea. Es que desde hace unos años los Chili Peppers ya no son apenas un capricho o una excentricidad: son, por el contrario, uno de esos grupos de rock -de los pocos, en verdad- en capacidad de abrir trocha, de guiarnos con antorchas por los vericuetos de la música (de los productos) de menor calidad y de menor creatividad. ¿Han inventado un estilo propio? ¿Han logrado diferenciarse del lote? Que no les quepa duda, perplejos leyentes. Estos señores -los Chilis- navegan en aguas propias, están en una categoría aparte y no hay nadie que se les parezca. Ni remotamente.
Me distraje. Casi me olvido de argumentar adecuadamente lo del vértigo. Es que la música de los Red Hot Chili Peppers parece casi siempre desbocarse, correr a mayor velocidad de la que imprimen sus ya frenéticos integrantes. Música supersónica. Música turbo-intercooler. Música a la velocidad de la luz. Es también música de superabundancias, de sobredosis, de poses exageradas, de glorificación del sexo, de veneración del tatuaje, de adrenalina en estado puro, de saltar y de correr de un lado al otro del escenario. Como sostiene uno de sus críticos más benévolos: “¿Bob Marley, Black Sabbath y Bart Simpson? Mézclalos y tendrás a los Red Hot Chili Peppers… una mezcla de rock duro, funk y canciones vigorosas”.
Pero no se vayan a confundir, no sostengo que los Peppers sean solamente hormona y alcaloide. Sostengo, más bien -o además- que saben cómo explorar los confines mismos de la estética sonora cuando Kiedis canta como solamente él sabe, cuando Flea compite por ser el mejor bajista del mundo y cuando Frusciante – soy fan de Frusciante- está inspirado. Cuando la formación está iluminada y cuando el ánimo es el correcto, los Red Hot Chili Peppers te pueden llevar a pasear a bordo de una delirante montaña rusa o invitarte a jugar a la ruleta rusa, da casi igual. Pero no todo es velocidad y frenesí, en verdad. Los Chili Peppers también pueden ser sublimes y melódicos: pueden mecerte a un ritmo distinto, más cadente. Pueden jugar con lo acústico y con lo melódico. Con lo armonioso y con la mengua de ritmo. Hay quienes prefieren la versión delirante y furiosa, hay quienes se quedan con lo más calmoso. De verdad, los Red Hot Chili Peppers están en plenitud de facultades.