Inútil homologación de diplomas

¿Por qué ahora nos esmeramos en desperdiciar la experiencia? El conocimiento es acumulación de experiencias. No sólo porque la ciencia es acumulación de hechos, constantes y diferencias, para encontrar fenómenos y procesos, sino para construir ideas y saberes sobre estos.

Haberlos transmitido por la escritura fue un avance, así la experiencia no desaparece ni las nuevas generaciones vuelven a descubrir el agua tibia. Tener personas que en el curso de su vida acumulan experiencia, no cualquiera, sino la que es racionalizada y repensada en relación al pasado, es también otra gran ventaja. Permiten avanzar en más conocimiento y qué mejor si transmiten experiencia a las nuevas generaciones.

Más una sociedad aprende pronto de los mayores la experiencia y el conocimiento acumulado, más rápido puede avanzar a nuevos saberes y bienestar. Menos la sociedad da importancia a este proceso, más desperdicia su propio esfuerzo y recursos, para vivir un constante reiniciar. Pues, también sabemos, una nueva generación recién formada en el mundo de la especulación, del conocimiento abstracto o normativo, requerirá al menos el tiempo de una generación, entre 15 a 20 años, para poder realmente aportar a la sociedad, con un conocimiento mejor estructurado y fundamentado, lo que la Universidad poco da y la experiencia, en cambio, lo permite.

No es raro oír a recién graduados expresarse con abundancia de conceptos y abstracciones, lo que denota no haber construido aún pensamiento propio ni captar la realidad con la soltura que puede dar el tiempo, cuando uno sabe interrogar la realidad, para captar lo esencial de un hecho, de un fenómeno o proceso. La experiencia pues, sabe más que los nuevos diplomas. Cuanto más que ahora es más fácil que antes tener un título o que con las exigencias gubernamentales actuales en doctorados, se multipliquen los doctorados de pacotilla.

Con la valoración de los recién graduados, el Gobierno devalúa la experiencia. Es políticamente rentable pero pierde la sociedad. Se destruye la experiencia de profesionales que supieron rebasar lo aprendido en las aulas gracias a una práctica que acumulaba conocimiento. Se les desplaza del puesto y reemplaza por aprendices, también a pretexto de la homologación, varios profesionales deben dejar sus puestos porque sus diplomas no corresponderían a toda la reglamentación actual. Simple ejemplo, dos neurólogos reputados entres sus congéneres, referentes de conocimiento, formados en la ex-Alemania del Este, no pueden presentar ahora los papeles que se les pide, más de 30 años después de sus estudios. Se van a Europa donde aprecian su experiencia. Ecuador, en cambio, necesitado de estos profesionales, pretende que sus reglamentos son superiores a lo que universidades bien establecidas significan. Es la inflexibilidad del aprendiz.

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