Project Syndicate
En un ensayo publicado en The Guardian, quince importantes economistas (incluidos los premios Nobel Angus Deaton, James Heckman y Joseph Stiglitz) criticaron lo que denominan una ‘manía’ : la eficacia de las ayudas al desarrollo, con el argumento de que nos lleva a ignorar las verdaderas raíces de la pobreza global.
Yo defiendo que se evalúe la eficacia de las ayudas y que se provean recursos a aquellas intervenciones que los usen de la manera más eficiente. Por eso fundé la organización The Life You Can Save, que se dedica a verificar cuáles son las entidades benéficas que obtienen mejores resultados con el dinero que reciben y alentar a los donantes a elegirlas. The Life You Can Saverecomienda intervenciones comprobadas, porque pensamos que los donantes pueden hacer más bien ayudando a individuos con necesidades insatisfechas que aspirando a eliminar las raíces de la pobreza sin una estrategia realista para ello.
Deaton, Heckman, Stiglitz y sus colegas comienzan diciéndonos que la pobreza global “sigue siendo intratable”. Esta afirmación refuerza la idea pesimista de que no hacemos ningún avance en la reducción de la pobreza.
Pero no es así. El Banco Mundial considera que viven en la “pobreza extrema” aquellas personas que carecen de un ingreso estable que les permita cubrir necesidades básicas como alimento, vivienda y otras. Según el cálculo más reciente del BM, hay 768,5 millones de personas (el 10,7% de la población mundial) en esa condición. En un mundo que produce más que suficiente para satisfacer las necesidades básicas de todos, esta cifra no puede dejar a nadie indiferente. En 1990, vivía en la pobreza extrema más del 35% de la población mundial, mientras que en 2012 la cifra era 12,4%. La tendencia a largo plazo es claramente positiva. Hay otros indicadores de bienestar que también refutan la idea pesimista.
Por ejemplo, desde 1990, la tasa de mortalidad infantil se redujo de 93 muertes por cada 1000 nacimientos a cerca de 40.
Los economistas dicen en el ensayo que el supuesto fracaso en la reducción de la pobreza global se produce a pesar de “cientos de miles de millones de dólares en ayudas”. No indican a qué período se refieren, pero muchos lectores entenderán que el mundo dona “cientos de miles de millones de dólares” cada año. En 2017, la asistencia oficial al desarrollo (AOD) de todas las economías avanzadas del mundo fue de USD 146 600 millones, o sea, menos de un dólar por cada USD 300 de ingreso nacional bruto de esos países.
Si todo ese dinero llegara a los 768,5 millones de personas en pobreza extrema, equivaldría a USD 191 para cada una. Pero sólo el 45% se destina a los países menos desarrollados, mucho dinero va a programas de dudosa eficacia. No es extraño que la asistencia, escasa y a menudo mal asignada, no haya conseguido poner fin a la pobreza extrema.