Siempre he respaldado las declaraciones del Gobierno de apoyo incondicional al turismo y su condición estratégica relevante. Las ventajas competitivas del sector son grandes y pueden generar muchos beneficios como la generación de empleo, ingreso de divisas, redistribución del ingreso y reducción de la pobreza .
Lo lamentable es que en la práctica la actividad turística es vista como la última rueda del coche. No solo que no existe apoyo de ninguna clase sino que se lo trata mal y con especial desprecio y desdén.
La verdad es que el Gobierno nunca le ha dado la importancia real que merece. Basta ver lo que pasa con el Ministerio de Turismo. El Presidente se tomó seis meses para reemplazar a la ministra Sión que había dejado a la institución en total hibernación. El elegido fue el periodista Freddy Ehlers.
Ni bien asumió el cargo, debía atender cosas que la anterior funcionaria había dejado en el olvido y que eran vitales: las sesiones semanales del Fondo de Promoción Turístico interrumpidas desde hace 8 meses; la revisión de la Ley de Turismo; el desarrollo del programa de señalización turístico vial; la mejora de los servicios en el aeropuerto Mariscal Sucre, para solo citar unos pocos.
Ehlers lleva ya seis meses en el cargo y ninguno de estos pedidos ha sido atendido. El Ministro brilla por sus prolongadas ausencias, sus turísticos viajes y la indecisión en cosas vitales.
Todo se hace al apuro y sin el análisis del caso: en vez de fortalecer la marca turística vigente se resuelve cambiarla, decisión que, por decir lo menos, es inoportuna y antitécnica. Hemos invertido varios millones y 3 años de promoción para que el mundo reconozca la marca. Ahora todo eso va al tacho de la basura. Además se va a desperdiciar 5 millones de dólares publicitando la marca en canales de televisión ecuatorianos cuando, por elemental lógica, la nueva marca debería ser promovida en el exterior.
Pero hay otros ejemplos de inoperancia como que el financiamiento de la Feria de Congresos y Eventos que se llevó a cabo en Quito en octubre pasado se aprobó un día después de la inauguración. O el quemeimportismo ministerial ante el aumento del 300% en el precio del diésel para los operadores turísticos de Galápagos, decretado por la Presidencia la semana pasada. Todos los ecuatorianos pagan por el diésel 1,06 dólares por galón. Los operadores de Galápagos pagan 3,35 dólares; 40% por encima del precio internacional. ¡Mientras a todos les subsidian, al turismo le recargan!
¿Es todo esto apoyo a la actividad turística?
Son tan absurdas las actitudes gubernamentales que parecería que el Gobierno busca deliberadamente poner trabas a cualquier esfuerzo de progreso del sector turístico ecuatoriano.