Hay muchísimas cosas en el gobierno de Alianza País que no son de izquierda. Pero si hay una donde son menos de izquierda aún, es el tema de integración. Se trata de un gobierno muy nacionalista, por supuesto, pero eso no necesariamente significa que sea de izquierda.
La izquierda siempre entendió la integración latinoamericana como un proceso largo, profundo, estructural. Capaz de contestar la hegemonía no solo norteamericana, sino también dependiente.
Como todo proceso estructural, la integración no pretendía establecer “posiciones” en el momento contra un actor con nombre y apellidos, como trata ahora de hacer la Alba, sino “procesos” en donde todos estuvieran incluidos y donde el intercambio económico entre estos pueblos sea tan fuerte que rompa las dependencias existentes con los países industrializados. Esto a propósito de la enésima vez que este gobierno amenaza con la salida del Ecuador de la Comunidad Andina. La amenaza se ha presentado por cualquier razón, desde nimiedades arancelarias hasta problemas con camiones.
Nunca nadie en este Gobierno de izquierda se interesó demasiado por entender que la Junta del Acuerdo de Cartagena –la CAN ahora- es la institución que más asumió la idea de cambio estructural. Y también aquella que -en silencio y sin demasiados aspavientos- logró crear mecanismos, instrumentos y programas para lograrlo.
Los programas de substitución de importaciones empezaron en la CAN y no ha sido por casualidad que históricamente más del 40% y en el caso ecuatoriano, más del 60% de bienes industrializados han consolidado su mercado en el espacio andino. Entonces me pregunto ¿cómo va a funcionar un programa como el de sustitución selectiva de importaciones pregonado por Senplades y el Plan del Buen Vivir sin la CAN? ¿Es acaso mejor montarse en la nueva moda internacional de firmar tratados país por país cuando esa práctica fue tan criticada? Nunca he entendido esta paradoja de este gobierno, pues ni siquiera los gobiernos liberales de Perú o de Colombia fueron tan agresivos con la CAN como lo ha sido Ecuador o Bolivia y, por supuesto Venezuela. Porque al final del día de eso se trata todo esto. De privilegiar la Alba y darle la razón a Hugo Chávez, de que su creación personal funciona mejor. Pero me temo que los datos reales no le ayudan.
Simplemente lo que ha dado la CAN al Ecuador debería hacer sonrojar a cualquier activista de la Alba. Aún mejor, el Ecuador debería pensar más en la consolidación de Unasur y cómo una convergencia definitiva entre el Mercosur y la CAN es la vía más expedita. Finalmente, creo que es hora de reconocer que a cualquier gobierno le es humana e institucionalmente imposible trabajar con eficiencia en tantos frentes integracionistas a la vez. El Ecuador ha terminado logrando todo lo contrario: desintegración y dudas sobre lo que verdaderamente quiere en el largo plazo.