La semana pasada en la que empecé analizando los cuatro años de gobierno de Rafael Correa, apuntando el carácter carismático de su liderazgo. Sin embargo, el análisis no estaría completo sin topar el tema de las instituciones. Cuando estaba escribiendo estas líneas acababa de leer un artículo de Paúl Krugman denominado “El cuento de las dos morales”.
Eso parece aplicarse directamente al caso ecuatoriano. De todos los temas posibles, el de las instituciones parece ser el que menos le importa a la población ecuatoriana, o el tema en el cual tenemos dos raseros o dos tipos de estándares morales para analizarla.
Las instituciones son buenas, existen o deben existir cuando me favorecen, la segunda, son malas y deben ser reformadas cuando no me favorecen.
Hay una absoluta bipolaridad al momento de analizar qué es bueno para el país y qué no lo es. Por eso no resulta ya ni siquiera paradójico que justamente aquellos que lucharon contra el abuso del poder y la forma inconstitucional e ilegal con la que el ex presidente Lucio Gutiérrez metió la mano en la justicia del país, sean ahora los principales proponentes de otra similar intervención, sin acuerdos sociales, sin el más mínimo estudio de que lo que planean hacer.
En cuatro años, el gobierno de Rafael Correa ha aupado el cambio -su cambio- de las cortes de justicia por dos ocasiones. La primera cuando terminó su trabajo la Constituyente y ahora cuando planea “meterle la mano a la justicia, por el bien del país”, tras la consulta popular. En síntesis, hemos perdido seis años de nuestra vida institucional, solamente en el tema justicia, sin mayor beneficio de inventario.
Cada cambio en las cortes del país ha generado una suerte de daño moral generalizado, donde la pedagogía aprehendida ha sido: cada régimen debe tener su propia justicia para hacer política y su propia política para hacer justicia. El resultado está a la luz del día.
No se necesitan demasiados estudios y análisis para saber que en poco tiempo, cualquier opositor al régimen tendrá las de perder en cualquier corte y que la justicia. ¿No deberíamos estar todos en las calles por el mismo atropello?
No, no será así. Estos cuatro años hemos aprendido que el Ecuador sigue viviendo su cuento de dos morales y que el país aún no ha llegado a un acuerdo mínimo sobre lo que es ética, poder y su relación con la justicia y las instituciones que deben responder a un acuerdo de país. En circunstancias como estas, y con todo lo que podemos criticar a la democracia liberal es casi el paraíso comparado con el oportunismo corporativista de este país de las dos morales. Esta vez no hay que culpar solamente al líder, son sus seguidores y finalmente todos los ecuatorianos los que solo miramos lo que nos conviene. Las cuentas finalmente se pagan.
Con estas acciones el país se mueve a décadas de sus vecinos más importantes, al menos en Sudamérica.