Lo sucedido en Cuba, con la liberación de los presos políticos alcanzada luego de los penosos sacrificios ejecutados por dos disidentes, uno de los cuales entregó su vida y el otro aún en grave riesgo de fallecer, refleja la delicada situación por la que está atravesando esa isla. La medida más se asemeja a un destierro que una vuelta a la libertad, pues, por los testimonios de algunos de los que salieron del presidio, se conoce que simplemente les subieron a un avión para trasladarlos a España sin haber podido optar por permanecer en su país. Esto pone en evidencia la desesperación del régimen castrista, que se ha visto obligado a realizar concesiones a la Iglesia y al canciller español Moratinos, impensables en otras épocas, a cambio de que intercedan ante la Unión Europea para que flexibilice su posición ante la dictadura y puedan volver a recibir ayuda económica, sin la cual esa isla por el experimento totalitario se halla al borde del colapso.
Todos los que luchan por la libertad dentro de ese país han sido enfáticos en señalar que la medida no puede conducir a engaños. Si la dictadura cubana ha optado por abrir las puertas de sus cárceles a los que han permanecido refundidos en ellas por años por el delito de disentir, no lo han hecho porque han cambiado de parecer, ni porque el Régimen considera dar marcha atrás en su férreo control ideológico militar al que tienen sometido a la población. Lo han hecho obligados por las circunstancias, por la necesidad imperiosa de obtener recursos que le sirvan de oxígeno a un Régimen que desde hace rato ha perdido gran parte de apoyo internacional, incluso de importantes figuras de la propia izquierda mundial.
¿Por qué Moratinos se ha prestado a este juego? Probablemente debido a la presión de los intereses españoles concentrados en esa isla. No hay que olvidar que las inversiones ibéricas en turismo son inmensas y no han sido pocas las dificultades por las que atraviesan por la carencia de divisas en la isla, que les ha complicado la posibilidad de remitir sus acreencias a sus casas matrices. Con ello, debido a las propias dificultades del Gobierno español, la medida de una parte le sirve para acallar voces de protesta en su propio país; y, de otra, ganar apoyos al poder esgrimir el discurso de la defensa de los intereses de su país. Pensarán que quizá favor con favor podría ser el pago.
Lo que sucede en ese fortín de la intolerancia y del dogmatismo poco a poco se va desmoronando. Por más que el anciano líder de esa revolución aparezca de vez en cuando hablando sobre asuntos de política internacional, con el objetivo final de enviar el mensaje a la población que de todas maneras sigue al mando, la percepción de que ese proceso quedó anclado en el pasado gana terreno dentro y fuera de ese país. El Régimen eclosionará y, lastimosamente para los cubanos, mientras más demore en caer peor será para su precaria supervivencia.