La tragedia energética originada en el peor estiaje de la historia de nuestro país, afecta a todo el territorio nacional y causa zozobra permanente a toda la ciudadanía, pero a pesar de la gravedad de crisis, no es la única situación angustiosa en la que estamos inmersos. Uno de los problemas más acuciantes y sin una real solución es la salud. Múltiples han sido los intentos por poner orden a la multiplicidad de servicios destinados a combatir las enfermedades, pero que dividen y absorben individualmente presupuestos, sin alcanzar la eficiencia que la modernización de la medicina ofrece en otras latitudes. Durante los primeros años del milenio en el Ecuador se desarrollaban varios programas descentralizados cantonales de salud, con un éxito evidente y prometedor; contaban con la participación de la comunidad y con dispensarios del Ministerio de Salud y del IESS. Habían realizado pequeños censos y conocían a los enfermos del sector, tanto en los sitios de vivienda, cuanto en el tipo de afecciones. Se practicaba la atención primaria de salud a través de educación, de vacunaciones y de prácticas de sanidad e higiene. Desgraciadamente, con el advenimiento del gobierno de la década del descarado hurto, se centralizó el manejo de la salud, para hacer negociados como el de las camionetas adaptadas a ambulancias y muchos otros. Se desarmaron varios de los programas con los que se pretendía dar inicio a un sistema de salud, todavía inexistente en el país. Sin embargo, se estructuraron redes de servicio con el afán de intercambiar pacientes de una institución carente de un tipo de atención a otra que está en condiciones de brindarla. Se sumaron establecimientos privados y en un inicio las compensaciones económicas mutuas por servicios prestados, dentro de tarifarios institucionales, tuvieron éxito y así miles de pacientes pobres pudieron recibir tratamientos muy costosos como cirugías complejas, problemas cardio y cerebro vasculares, afecciones oncológicas de alta especialidad y muchos otros. Durante los primeros años el intento funcionó, pero, al poco tiempo, tanto el Ministerio de Salud, cuanto el IESS, no cumplieron con el pago de las tarifas y ocasionaron serios problemas de desfinanciamiento a los centros médicos que prestaron servicios externos, los que, tuvieron que suspender la atención a los pacientes derivados de estas instituciones. Unos hospitales lo hicieron definitivamente y otro, SOLCA, pese a la deuda multimillonaria que mantiene el IESS que, aunque se comprometió a cancelarla progresivamente desde junio hasta diciembre, no ha cumplido, hace esfuerzos para mantener su labor humanitaria en los pacientes oncológicos infantiles y adultos. El Ministerio de Salud, en forma responsable, acorta, con aportes progresivos, su deuda.
El IESS aduce que no se han realizado auditorías a los reportes de los prestadores externos y llama la atención que, aunque existen excelentes auditores institucionales, no les utiliza y, en su lugar, desde hace tres años contrata auditorías externas, una y otra vez, que cumplen parcialmente el trabajo o no lo cumplen, hecho que genera un atraso de tres años en la cancelación de las múltiples deudas que mantiene con los prestadores externos.
El Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) es la organización más comprometida con sus aportantes y pensionados. Es el soporte de los trabajadores, por ello debe protegerles ampliando las posibilidades de tratamientos médicos y no bloqueándolas por irresponsable falta de cumplimiento de sus obligaciones económicas.