Inseguridad y diálogo

Presidente Correa: usted tiene interés y voluntad para frenar la delincuencia, estoy seguro de eso. Además, es un despropósito afirmar como lo hacen muchos, que la ola violenta es culpa exclusiva de su gobierno. Se trata de una cosecha de décadas de destruir instituciones y sembrar pobreza física y moral, corrupción, impunidad y un largo etcétera.

Sin embargo, Presidente, usted peca y con agravantes cuando minimiza el problema, lo vincula a conspiraciones políticas o hace oídos sordos frente a las víctimas. Mire a su alrededor: hay cientos que han perdido a sus seres queridos a manos de asesinos, no los agravie más con su arrogancia, por favor.

Con los muertos, con el nuevo lenguaje de la violencia que se expresa día tras día, se va instalando el miedo y la desconfianza y eso infecta a la sociedad e hipoteca el futuro. Salir de allí cuesta y mucho. Vea los casos de Colombia y México, que tienen ahora, en proporción a su población, menos homicidios que Ecuador.

En seguridad pública el país necesita sumar no restar, unir voluntades no abonar resentimientos. El Gobierno requiere de aliados más allá de la política, hablo de los ciudadanos de a pie.

Si no lo ha hecho, estudie un poco el caso de México. Allí, su colega Felipe Calderón se ha reunido frente al país con familiares de los muertos, con sus detractores, con adversarios e incluso con quienes lo han acusado de responsable de la ola criminal. Dialogan, argumentan, debaten y al final suman.

No siempre se ha tratado de un diálogo que lleva a cambios de políticas o desemboca en soluciones palpables, pero no pierda de vista Presidente que la conversación entre contrarios, aún sin resultados, es por sí mismo un poderoso combustible de la democracia, es el reconocimiento del otro, es semilla de convivencia.

Varias marchas se han dado en el país para pedir un alto a la violencia. Llame Presidente a sus organizadores, no tenga miedo a la conversación ni límites para expresar su apoyo a las víctimas. Escúchelos, hago lo mismo con quienes critican sus estrategias contra el crimen. Hable con humildad, reconozca al contrario. Sume Presidente, no reste.

Concedamos que son ciertas las cifras oficiales que indican que hay un declive de la delincuencia. Pero no pierda de vista que el énfasis en las estadísticas dibuja el problema de forma incompleta. No puede pasarse por alto que los desalmados han inaugurado nuevas formas de barbarie en Ecuador.

Usted sabe que ahora se dispara a quemarropa, se usa a niños en las fechorías, se acuchilla sin contemplación y muchos de los responsables exhiben sus acciones sin pudor. Siembran angustia, y eso contagia.

Presidente, la violencia no acabará con descalificaciones. Requiere trabajo y la suma de todos, incluidas víctimas y opositores.

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