1. El Ministro de Finanzas ha dicho que el nuevo préstamo de la China será cubierto en parte con producción petrolera. ¿Le conviene esto al país?
Este tipo de créditos fueron duramente criticados cuando los realizaron administraciones anteriores, pues de una forma directa o indirecta se ofrece una garantía especial, privilegiada la podemos calificar, a los acreedores. Vincula el financiamiento con la realización de un activo de alto valor del país. El plazo además no responde al tiempo en el cual se generan los potenciales beneficios de una inversión real y peor de infraestructura. Esto pasa cuando el país es un paria en los mercados internacionales.
El Ministro de Finanzas ha dicho que el crédito y la venta de petróleo son operaciones independientes. Sin embargo, en el Protocolo firmado entre los gobiernos de Ecuador y China el 12 de junio, se señala expresamente como fuente de pago de los dos créditos, uno por 800 millones y otro de 200 millones, a las exportaciones de 36 000 barriles diarios de Ecuador a China (ver numeral 6 del Protocolo: Fuente y método de repago de los créditos).
Según la Constitución de Montecristi, toda deuda pública debe ser aprobada sólo si está destinada a la construcción de obras de infraestructura o si tiene capacidad de pago. El destino de los 800 millones se declara como de “libre disponibilidad”, lo cual deja una puerta abierta para utilizarlo de una forma que incluso puede ser la cobertura de gastos corrientes. La ausencia de una referencia vinculante con proyectos de inversión pone en entredicho las disposiciones del art. 190 de la Constitución.
Para los 200 millones restantes, Senplaes determinará los proyectos a ser financiados bajo la condición de asignarse a empresas chinas. Esta condicionalidad es otra forma contractual que merece cuestionamientos, ya que la exclusividad puede derivar en sobrecostos de las obras, pues la omisión de un concurso conspira con la optimización de los resultados a favor del Estado.
Por último, el costo real de la operación es difícil de determinarla, pues no se sabe la forma como se fijará el precio de exportación del petróleo ni el potencial diferencial que se puede producir en el costo de las obras entregadas a empresas chinas. Todo esto confirma la mala reputación de pago del país y la imposición de condiciones, garantías, plazo y costos superiores a las normales para un país de un grado de desarrollo parecido al del Ecuador. La historia de la facilidad petrolera de 1987 con el Paribas se repite.
2. ¿En qué medida el Ecuador vive del dinero que envían los migrantes? ¿Podría la economía ecuatoriana subsistir sin su aporte? ¿Éste bajó por la crisis económica mundial?
Son el segundo rubro de ingresos de la balanza de pagos luego de las exportaciones de petróleo. Llegaron a un valor superior a los 3 100 millones de dólares en el 2007 y ahora, es decir en el 2010 se estima que estarán entre los 2 300 y 2 400 millones.
Si la balanza comercial total va a tener un déficit cuyo rango varía entre 300 y 500 millones de dólares y la no petrolera volverá a niveles preocupantes- del orden de los 6 000 millones de dólares-, una posible suspensión o fin de estos ingresos tendría efectos desestabilizantes de dimensión casi catastrófica. Abriría una brecha externa muy compleja de cubrir que demandaría endeudamiento compensatorio de la misma magnitud. Además provocaría un impacto en el consumo interno devenido del daño en el ingreso de las familias que reciben estos recursos.
3. ¿Cómo está la inversión extranjera en el país, sus rangos y aportes son suficientes? ¿Qué otras áreas podrían recibir dinero de afuera?
Con ingresos mínimos, necesarios para mantener las operaciones en un nivel básico. No representan el uno por ciento del PIB y están concentradas en petróleo y minería. Las oportunidades dependen de lo que el país quiera hacer.
4. Si se mantiene el precio del petróleo alto, ¿se puede financiar el presupuesto? ¿Con los nuevos escenarios ya se ha financiado el déficit fiscal?
Las últimas estimaciones del Observatorio de Política Fiscal señalan que el déficit no financiado del presupuesto del Gobierno, luego de recibir 800 millones del crédito de libre disponibilidad chino, sería de 1 800 millones de dólares, es decir del 3,2% del PIB. Representa también el 24% de la inversión pública que no podrá ejecutarse por la carencia de recursos.
Ahora bien, hasta la fecha, una de las razones por las cuales la economía nacional no crece a la velocidad que puede y debería, es precisamente la débil inversión nacional. Con estos datos, el impulso, insuficiente en términos nacionales, que produce la inversión pública también está restringido por la presencia de este desequilibrio.
5. Con las expectativas replanteadas en materia de crecimiento económico ¿cuáles son las perspectivas del país? ¿Aguanta el sistema de dolarización: un año más, dos, tres o más años?
No hay, en un horizonte razonable en el cual se miran las cosas y hay capacidad de exploración, indicios de desestabilización monetaria. Sin embargo, ello no quiere decir que las cosas se las hace de una forma consistente para su sostenimiento. La pérdida de los fondos de estabilización fue una decisión inconveniente. Ahora se recurre al endeudamiento para sostener algunas inversiones estratégicas. La utilización de la liquidez de la RILD del BCE también abre una brecha, que va de la mano con la pérdida del ahorro interno y puede derivar en daños futuros, precisamente cuando las condiciones internacionales se vuelvan adversas.
La fortaleza en la cual se sostiene el modelo está en ese ambiente internacional tan bueno para los intereses nacionales como en los efectos dados por el debilitamiento del dólar que simultáneamente han permitido remunerar bien el valor de los productos ecuatorianos y además abrir un margen de competitividad en algunos mercados mundiales. Pero la reticencia a establecer compromisos de apertura comercial, económica y política con los países de economía maduras, o con mercados comunes, va a poner en algún momento, si esto no se rectifica a tiempo, en desventaja a las exportaciones nacionales y ese daño si puede convertirse, por sus secuelas internas en empleo y producción, en un factor desestabilizante.